Por Ainara Cogollos, Finalista del «II Certamen de Relato Corto» del Colegio Virgen del Mar

 

Lea 

 Lea era una joven, por decirlo de alguna manera, un tanto peculiar. No era como los demás, ella, tenía un aspecto muy particular. Una de las pocas similitudes que tiene con los adolescentes de este mundo es la estatura y algunos rasgos del rostro. Lea era de estatura media y bastante musculosa. Su grisáceo pelo ondulado, le llegaba hasta el final de la espalda, y esto hacía que otras chicas de su instituto se asombraran cada vez que la veían. Su cara era muy parecida a la de los humanos, aunque la única diferencia notable eran los ojos que tenía, dado que estos eran muy grandes y de un color precioso pero indescriptible. Se encontraba llena de una tez muy pálida, rasgo característico del mundo del que viene Lea. Siempre suele llevar ropa holgada y bastante básica, de colores como el negro, blanco o el rojo, sus tres colores favoritos. Es muy cariñosa y empática, y esto es una ventaja para Lea, dado que mucha gente, antes de conocerla, suelen dejar caer comentarios dañinos sobre ella. 

Ahora voy a explicar la historia de Lea, de dónde viene y cuál es la causa de su estancia en La Tierra. 

Lea vivía en el planeta Kepler-22b, situado a 600 años luz desde La Tierra. Sus padres eran unas de las personas más importantes en ese planeta. Aunque allí no había reyes, para poder entenderlo, Lea sería la princesa del planeta Kepler-22b. Allí, cuando cumples los 18 años (126 años en Kepler-22b), ya eres mayor de edad, y para celebrarlo puedes hacer un viaje a cualquier planeta, al que quieras. A Lea, desde muy pequeña, le encantaba leer sobre la Vía Láctea, pero de todos los 445 sistemas solares que hay hasta ahora, siempre le llamó la atención nuestro sistema solar, y en concreto un planeta, La Tierra. Así que cuando cumplió la mayoría de edad, le pidió a sus padres viajar hasta La Tierra, y así lo hizo. Los padres de Lea le dieron una gema bastante brillante de un color rojizo, y le explicaron que no podía perder esa gema, bajo ninguna circunstancia, puesto que era la única forma de poder regresar a casa. Entonces lo que hizo ella, fue crear un collar de plata con la gema en el centro. Por eso lo llevaba consigo en todo momento y no había manera de perderlo. 

Un par de días después de que cumpliera los 126 años, los padres abrieron un portal. Lea lo atravesó y apareció en medio de un monte bastante frondoso. Nada más llegar, se encontró bastante desorientada, así que empezó a caminar a ver si encontraba alguna urbanización con personas en ella. Después de haber caminado diez minutos, encontró varias casas en la colina de ese mismo monte y se acercó a ellas. Lea llevaba una capucha, así que parecía una humana y no llamó la atención a nadie. Se aproximó a una caravana que estaba en un descampado, miró por la ventana, y vio que no había nadie dentro. La joven extraterrestre estaba indecisa de si entrar o no a la caravana, ella sabía que ahí dentro vivían personas y que estaba entrando es su espacio personal sin ninguna invitación. Pero la comió la curiosidad, así que ojeó a ambos lados por si alguien la veía, y como nadie lo hizo, entró muy decidida. Se hallaba entonces dentro de la caravana, e intentó averiguar todo lo que pudo sobre la familia que vivía ahí. Vio que era una sola madre y sus dos hijos, uno de 8 años y otro de 16, supuso Lea. De repente, la puerta se abrió y dio tal golpe contra la pared, que retumbó por toda la habitación, haciendo que Lea se asustara. El chico de 16 años fue a por Lea pensando que era una ladrona y forcejearon hasta que Lea le empujó y logró escapar de él, y antes de que el joven volviera a atacar a Lea, la madre se lo impidió.

Tras estos sucesos, en su entrada a la casa y su sorprendente manera de darse a conocer, Lea les explicó todo, aunque ella creía que no se lo iban a creer y que le iban a hacer algo malo. La madre y los dos hijos, sorprendentemente, no la echaron de la casa. Lo que sí sucedió, es que Lea tuvo que aclarar muchas dudas que tenían los tres, pero para ella no hubo ningún inconveniente. Cuando acabaron la conversación, la familia estaba atónita por todo lo que Lea les había contado y no sé si se creyeron todo, pero, al menos, fueron bondadosos con ella. El hermano pequeño la invitó a que saliera a conocer a sus amigos y ella fue encantada. Pasaron las horas y Lea se lo estaba pasando cada vez mejor, pero la noche ya estaba al caer y Lea debía volver a Kepler-22b con sus padres. Cuando iba a regresar a su planeta, se percató de que se le había perdido la gema que la ayudaba a volver a casa. Se puso muy nerviosa por un momento, pero después pensó en donde se pudo caer y supuso que podía haber sido en el forcejeo con el hermano mayor. Entonces, volvieron a la caravana y, efectivamente, allí estaba. Lea les agradeció la hospitalidad de todos ellos y prometió volver.  

A los pocos minutos de marcharse de La Tierra, ya estaba en Kepler-22b. Lea le contó a los padres todo lo que le pasó estando allí y cómo era de bonito. Los padres, al ver que estaba tan emocionada y entusiasmada hablando sobre La Tierra y las personas que habitaban en ella, le regalaron otra gema para que pudiera viajar hacia allí ilimitadas veces, y así poder cumplir su promesa.