Finalistas del «II Certamen de Relato Corto» del Colegio Virgen del Mar: Ainara Padilla, alumna de 1º de ESO

Ajax, el poderoso guerrero

Alzó la vista. Lo veía todo teñido de rojo. Solo distinguía una silueta. Era grande, no, enorme; espeluznante, terrorífica. De la cabeza sobresalían dos cuernos, como los de un toro, solo que mil veces más grandes. Era la silueta de Satán. ¿Y él? Su madre, una mortal. Su padre, el mismísimo Zeus. Él era un semidiós griego. Lo llamaban Ajax. Ya sé, no os suena de nada. No le gustaba que contaran sus hazañas. Ajax estaba en medio de una misión. Fue enviado por su propio padre a matar a Satán. Y ahí estaba. Tirado en medio del infierno, esperando un milagro, si es que a Zeus no le daba demasiada pereza. Eso le pasaba por ser su único hijo vivo. Pero no siempre fue así. Él tenía un hermano. Sí… lo tenía. Satán lo mató. Una razón más para ganar esta batalla. Llevaban mucho tiempo luchando, no le quedaban fuerzas ni para pensar. Ajax era bueno, muy bueno. Pelear era lo suyo, diez años de entrenamiento lo hacen todo más fácil. Todo, menos esa guerra. Eso era casi imposible. Seguían luchando. El diablo le lanzó un golpe a los pies. Tuvo que saltar para evitarlo y, con toda su mala suerte, cayó por un inmenso barranco. Aterrizó de lleno en el tobillo. Sintió un dolor inmenso. Nunca antes había sentido tanto dolor en ninguno de sus combates. En ninguno. Entonces, su dolor se mezcló con odio y terror. Satán había caído a su lado y estaba dispuesto a acabar con su vida. Por supuesto, él no iba a permitirlo. Antes de que alzara la vista, el demonio cogió su tridente y levantó su brazo izquierdo para asesinar al guerrero. Entonces, Ajax supo lo que tenía que hacer. Acababa de levantar el brazo con el que siempre se protegía el pecho. El demonio solo tenía un punto débil, su corazón. Así que reunió todas sus fuerzas y dio el salto más grande de su vida, incluso con el tobillo roto. Luego, cogió su espada, se preparó para lanzarle una estocada y…. ¡Boom!. Demasiado tarde. Satán lo mandó volando al cielo. Había sangre por todos lados. Todo era un desastre. ¿Qué si estaba muerto? No digas bobadas. Satán empezó a reír. Luego, sus risas se convirtieron en gritos de dolor. Gritaba y gritaba. Miró abajo. Tenía la espada de Ajax clavada en el corazón. Luego cayó al suelo, sin vida. Desde entonces, no se sabe nada de ninguno de los dos.