Varios alumnos del Grado de Filología Clásica de la ULL, coordinados por la Doctora Pilar Lojendio, han preparado varios relatos clásicos para compartir durante  la Semana de las Humanidades 2024

Adulterio entre dioses

Por Gabriel Cabrera García

Esta misma mañana, por sospechas de Hefesto, dios de la fragua, y gracias a la ayuda de Helios, fueron capturados los dioses Ares y Afrodita en pleno acto sexual.
Los dioses que tenían como finalidad cometer el adulterio no contaron con que Hefesto pusiera una trampa sospechando que algo así pasara, pues Ares era un dios apuesto, fuerte y con los pies sanos mientras que él era un pobre dios feo y cojo.

Hefesto momentos antes de salir y dejar vacío el lugar donde iba a producirse dicho acto dejó una trampa hecha con hilos inquebrantables con el único fin de atrapar a los dioses in fraganti. Helios fue el encargado de avisar a Hefesto para que este activase la trampa una vez los dioses estuvieran en pleno acto sexual; y así lo hizo.

Una vez Ares y Afrodita fueron capturados, Hefesto decidió llamar al resto de dioses con el fin de mostrarles dicha vergonzosa escena. Finalmente, tras varias burlas, humillaciones y promesas de que ambos serían castigados, los dioses fueron liberados y expulsados él a Tracia y Ella a Pafos, Chipre.

Orfeo y Eurídice. Pieza teatral

Por Áurea Hernández García

En este caso el género literario escogido es el teatro, más concretamente un drama trágico, que es lo que mejor cuadra con el mito original de Orfeo y Eurídice. Dicho esto, la parte escogida del mito es en la que Orfeo suplica a Hades y a Perséfone para que lo dejen llevársela con él al mundo de los vivos

Orfeo se encuentra de rodillas frente a Hades y Perséfone, quienes están sentados en sus respectivos tronos
Orfeo: (con desesperación) Oh, El Poderoso y la Dama de las Sombras, señores del pueblo de las almas y del eterno silencio, os suplico con el corazón en el puño. Mi amada Eurídice, la luz de mi vida, yace entre vuestras sombras, su belleza eclipsada por la oscuridad del inframundo. Con el poder de mi música, os ruego que me dejéis rescatarla de este agónico abismo.

Hades: (frío y distante) Cantor tracio, ¿cómo te atreves, mortal osado, a desafiar nuestro reino de las sombras? La muerte es inexorable y ninguna melodía podrá cambiar su curso.

Perséfone: (con ternura, pero firme) Armonioso Orfeo, comprendo tu pena, pero los hados son inquebrantables.

Orfeo: (con pasión) Ofreceré mi música y haré que vuestro reino resuene con las más dulces y conmovedoras melodías. Derretiré las almas más congeladas del Tártaro. Además, ofreceré mi vida y todo cuanto tenga con tal de ganarme vuestra confianza, cumpliré mi promesa y tendré a mi amada de vuelta entre mis brazos.

Hades:(pensativo) Tus palabras suenan llenas de bravura, cantor tracio. Si cumples tu promesa tu amante te será entregada y se te permitirá volver con ella a la tierra de los vivos, pero con una condición, no deberás cruzar mirada con ella hasta que hayáis salido de los infiernos.

Orfeo: (determinado) Lo prometo, dioses del inframundo. No cruzaré la mirada con ella, no importa cuán grande sea la tentación.

Eurídice entra en escena caminando despacio debido a su herida. Entonces Orfeo marcha con Eurídice a sus espaldas.

 

Canto XVII La Ilíada

Por Álvaro Alonso Fernández 

Hola, y sean bienvenidos y bienvenidas a un nuevo episodio de Memorias Bélicas, programa donde recordamos batallas y traemos a veteranos de las mismas para que cuenten sus experiencias. Hoy traemos a dos guerreros de una batalla que ocurrió hace mucho: La guerra de Troya. Por un lado, traemos a Alexos, un guerrero aqueo que nos narrará sus experiencias cuando luchó por la custodia del cadáver de su camarada, el buen Patroclo. Alexos, cuando quieras.
-Buenas tardes presentador, déjeme que le comente como aconteció la disputa: nos encontrábamos el legendario Menelao, los dos Ayantes y muchos guerreros aqueos de camino a por el cuerpo sin vida de Patroclo, cuando de repente un gran grupo de troyanos salió a combatir. Estuvimos durante mucho rato custodiando dicho cuerpo hasta que Menelao y los Ayantes pudieron cargarlo en nuestra nave, muchos aqueos perdieron la vida, pero mereció la pena pues así Aquiles volvió al combate y pudimos acabar con Troya.
-Muchísimas gracias por contarnos Alexos, ha sido un placer tenerte hoy.
Gracias a ti por invitarme presentador, nos vemos.
-Ahora para concluir nuestro programa, traemos a Calix, un guerrero troyano que sobrevivió no solo a la pelea por el cuerpo de Patroclo, sino a la caída de su ciudad, Troya. Cuando quieras Calix.
Gracias presentador, es un placer estar aquí. Mi historia es la siguiente: nos encontrábamos los troyanos marchando junto a Héctor y Eneas, cuando divisamos un grupo de aqueos que se dirigían hacia el cadáver de Patroclo, que recientemente Héctor había derrotado. Decidimos interceptarlos, pero ellos aguantaron mucho a pesar de superarles. Al final se escaparon y luego desembocó en la muerte de nuestro querido Héctor y la caída de la ciudad…

-Gracias Calix, una narración excelente.

-A usted presentador, buenas tardes.
Y parece que se nos ha agotado el tiempo. Vuelvan la semana que viene para nuestro nuevo episodio: La caída de Constantinopla. ¡Tengan un feliz día!

 

La reconciliación entre Agamenón y Aquiles es ya una realidad
(Canto XIX La Ilíada)


Por Santiago Fariña Fariña

Tras el devenir de los acontecimientos sucedidos tiempo atrás, entre ellos la Guerra de Troya, en la que el héroe Aquiles ha estado ausente, debido a las desavenencias con el rey de Micenas y líder del ejército griego, Agamenón, a causa del intercambio o, mejor dicho, arrebato de la joven Briseida, capturada en la ciudad de Lirneso por el héroe.

Sin embargo, la inesperada respuesta del héroe griego Aquiles, que pronuncia indican buenos augurios para la relación con su majestad el rey Agamenón. Según se narra por los propios mirmidones, soldados integrantes del ejército griego, y hasta amistades cercanas al héroe presentes en la escena, protagonizada por Aquiles, Agamenón y Ulises, este expresó en su discurso que dejaba atrás las “rencillas” con el rey Agamenón, el Atrida, fruto de que este, en su momento, le arrebatara a la joven Briseida, recompensa para el héroe griego.

No obstante, se encontró en la tesitura de entregar a Criseida, la mujer con la que se hizo él, Agamenón, a su padre Crises para calmar la cólera del dios Apolo. Asimismo, el héroe no solo depone su ira como única y exclusiva sorpresa, sino que, para colmo, también alienta a Agamenón a que disponga el ejército a continuar de nuevo la Guerra de Troya.

Después de estas afirmaciones ha sido constante y agitado el maremágnum de reacciones de estupor y fascinación en toda la región de Grecia y zonas colindantes y aliadas, así como los propios héroes que presenciaron este repentino vencimiento de la ira por parte del héroe y su rauda disposición a la lucha con el ejército griego. Ahora bien, el rey Agamenón pidió disculpas y pudo, esta vez sí, en un acto de devolución de la joven princesa, obtener el favor del guerrero, entregándoles unos obsequios y agasajos, que el héroe, modestamente por su reciente reconciliación y debido a un poco de ansias por continuar con la lucha en el conflicto bélico, no aceptó del todo, ya que lo importante en sí era Briseida.

A posteriori se conoce que el astuto héroe griego Ulises intenta calmar a Aquiles, que, desistida la ira contra Agamenón, persiste en su inminente ida a la batalla. De hecho, varios testigos afirman incrédulos que las ganas de Aquiles, quien actuaba con ímpetu inimaginable de lanzarse al desenlace feroz de la lucha, le llevaron a decirle a Agamenón que no aceptaría, por ahora, los presentes y sacrificios a los dioses que les iba a conceder y que tampoco probaría siquiera bocado de alimento alguno. Aparte de esto se debe añadir que son numerosas las lágrimas de aquellos que querían a Patroclo y que, en muchas ocasiones, desprendieron ante el cadáver yacente del fallecido.

Durante este triste suceso el varón se desplomó en mitad de la lucha y, a medida que se ha procedido con el análisis exhaustivo del cuerpo, se sabe que fue atravesado con una lanza a bastante velocidad, lo que le ocasionaría un impacto mortal del que no pudo salir airoso en la contienda. Todos los indicios están centrados en que el culpable de esto es el príncipe troyano Héctor y también, de alguna manera, el dios Apolo. Estos datos se determinan una vez recogidos y contrastados a través de una criba en primicia de los testimonios y, a la vez, las versiones recopiladas.

En definitiva, estas novedades actualizadas apuntan a que este rifirrafe entre el rey y el héroe acabará y el cadáver de Patroclo será siempre venerado y se realizarán las ceremonias de culto correspondientes. En relación con lo acontecido si así la furia de Aquiles se desvanece en referencia al problema del dicho arrebato de la joven a manos de Agamenón, otra cólera del héroe, un furor incontrolable e insaciable se acrecienta más que nunca, toma forma y adquiere incansablemente fuerzas con el paso fugaz del tiempo en este épico enfrentamiento entre griegos y troyanos.

Última hora: Un joven desaparece cerca de la famosa fuente de Delfos

Por Laura Herrera Rivero
Hace unos minutos la Policía Nacional ha recibido una llamada urgente de una joven informando sobre la desaparición de un muchacho en el bosque de Delfos. Los equipos de emergencia se han puesto en marcha inmediatamente y se han desplazado hasta el lugar de los hechos. La joven que realizó la llamada fue interrogada y estas son algunas palabras de su declaración: “Llevaba un rato observándolo a un par de metros de distancia porque me impresionó su belleza y justo cuando me decidí a conversar con él desapareció sin dejar rastro.” La testigo de los hechos se llama Eco y cuenta que el joven había pasado un tiempo considerable cerca de la fuente de Delfos, muy conocida por los habitantes de la zona. “No paraba de mirar su reflejo y de lamentarse, parecía que se estaba volviendo loco”, comenta Eco. La Policía Nacional necesitó enviar refuerzos a la zona para rastrear el escenario de la desaparición en profundidad. Hasta el momento, los perros policía no se separan de los pies de la fuente, donde únicamente se halla una flor de narciso.

Canto XVII de la Ilíada: El Duelo Épico: Héctor y Patroclo en el Campo de Batalla

Por Kousei Herrera González

El campo de batalla resplandecía bajo el ardiente sol, un escenario de caos y bravura donde se libraba la batalla más feroz de la Guerra de Troya.

Héctor, el valiente príncipe troyano, avanzaba con determinación, su armadura reluciente y su lanza en mano. Al otro lado del campo, un guerrero intrépido se erguía, Patroclo, amigo y compañero de armas de Aquiles. La tensión era palpable en el aire.

Héctor miró a su alrededor, su mirada llena de resolución. Sabía que el destino de Troya descansaba en sus hombros. Patroclo, por su parte, estaba imbuido de un fervor vengativo. Llevaba la armadura de Aquiles, el más grande de los guerreros griegos, y ansiaba vengar la muerte de su amigo. Ambos héroes se encontraron en el centro del campo de batalla. Sus corazones latían con furia y determinación.

Sin una palabra, se lanzaron uno contra el otro. La lucha fue épica, un choque de titanes en el escenario de la guerra. Héctor demostró su habilidad y valentía, esquivando los golpes de Patroclo y contraatacando con destreza. Patroclo luchaba con ferocidad, decidido a cumplir su misión. Cada golpe resonaba como un trueno en el campo de batalla.

El sol se alzaba en el cielo, marcando el paso del tiempo mientras los dos héroes se enzarzaban en su enfrentamiento. Sus rostros reflejaban la intensidad de la batalla, y sus cuerpos estaban cubiertos de sudor y polvo. El destino de la batalla colgaba en el equilibrio, y la audiencia, tanto griegos como troyanos, observaba con aliento contenido. Este duelo no solo representaba la lucha por el honor y la gloria, sino también la complejidad de la condición humana, donde el deber, la amistad y la venganza se entrelazaban en un conflicto épico.

Y así continuaron, dos héroes enfrascados en un combate que resonaría a lo largo de los siglos, recordando a todos que la epopeya griega no solo hablaba de dioses y batallas, sino también de los desafíos y las pasiones que impulsan a los mortales.