La realidad es, en sí misma, más abstracta

Por Miranda Trujillo, alumna de 1º de Bachillerato-Filosofía

La realidad, tanto en cuanto concepto general, se entiende como la existencia verdadera de algo o alguien, en oposición a lo que es ficticio o aparente. Tiene un significado claro, pero también ofrece un matiz que resulta ser más profundo y complicado de lo que imaginamos, y lo es por el simple hecho de que engloba un cúmulo de otros conceptos, cada uno en sí mismo más abstracto. La realidad es relativa dependiendo de la visión humanizada de cada individuo. No tenemos la certeza de que todo lo que no sea real es mera apariencia, ni de que la apariencia sea realmente la que deducimos.

La percepción, interpretación y razonamiento son las herramientas claves para definir la existencia. Consideramos real todo aquello que vemos, no obstante, ¿cómo podemos asegurar que lo que observamos es real? Es obvio que no todos en conjunto contemplamos una misma realidad. Más aún, en el caso de que íntegramente divisemos una misma verdad, ¿eso afirma con contundencia que lo sea?, ¿y si resulta ser una respuesta humana a dar una explicación a algo que desconocemos?

Otro aspecto a destacar, siguiendo la lógica mencionada hasta ahora, es que los sentimientos también se consideran innegables aunque solo se puedan percibir y no palpar. Se manifiestan de una manera diferente. Al ser conceptos abstractos no se ven, no obstante se demuestran y se representan en nuestras acciones. Además, pertenecen al ámbito individual, nadie puede demostrar que la experiencia personal de cada uno sea falsa. Resulta ser algo que asumimos y que es igualmente irrefutable.

Uno de los posibles obstáculos que se nos presentan al intentar comprender este tema es la posibilidad de que nuestros conocimientos sean a base de apariencias, lo cual nos lleva a cuestionar totalmente nuestro alrededor. La raza humana busca una respuesta a todo y puede que no haya una de la “real realidad”, por la única razón de que al discutir absolutamente todo, no habría nada seguro con lo que comparar un hecho para que se convierta por lo tanto en real -ni siquiera lo habría hoy, en el Siglo XXI, donde todo lo es, o puede ser, todo es posible, y todo lo consigue lo digital o lo llevado al mundo de la robótica, del avatar, otra realidad-. Sin embargo, tampoco habría razones para indicar que sea falso. Otro razonamiento válido es que también podría haber varias realidades sin ser una única la correcta, o incluso podrían ser todas las visiones válidas y verdaderas. Estos patrones se utilizarían para identificar lo verídico, dependiendo de nuestro criterio. Uno de ellos es aceptar varias realidades negando que haya una única. Otro es su contrario: si aceptamos que existe una absoluta y que, por un lado, consideramos todo como verídico, o por otro, si entendemos que vivimos en una ilusión disfrazada de realidad, por consiguiente “todo es irreal”. Todo ello basado en las limitaciones humanas. Limitaciones todavía hoy evidentes, donde todo parece que se logra.

Si tratamos el concepto de forma objetiva, surgen varias preguntas con respecto a nuestra vida en relación con la sociedad en la que vivimos. Un aspecto común y social es cuando la apariencia, en ocasiones, proviene de la evitación del lado problemático de la realidad. A veces se prefiere el engaño, si lo que es cierto nos provoca rechazo. Igualmente, somos manipulados por quienes quieren que veamos un lado de la situación, ocultando la verdad tras el suceso. No obstante, la apariencia no siempre engaña. Conseguirá convencernos de ella, es decir, mentir o confundir, cuando nosotros lo permitamos de forma ya sea consciente o inconsciente. Con el conocimiento encontraremos la verdad absoluta tras una situación, de tal forma que el engaño no se producirá. Otras personas tratarán de mostrarnos su mentira disfrazada de realidad, o también su realidad según su concepto de lo auténtico. Aquí es cuando debemos entender que todo depende únicamente de nosotros y de que utilicemos nuestro criterio y razonamiento para encontrar la frontera entre la realidad e irrealidad.

Habremos sido engañados o convencidos de una falsedad varias veces sin habernos percatado y, de esta manera, habremos construido realidades erróneas. Con el paso del tiempo, con la experiencia, estas mentiras se van destapando y nos acercan cada vez más al término de la verdad. Las verdades construyen nuestra persona. En la actualidad, la sociedad vive en un mundo de apariencias, nos guste o no. Todo se basa en dar una imagen que nosotros escogemos. Esto no quiere decir que la apariencia no sea relevante, ya que deberíamos encargarnos de que la ilusión que demos sea similar a lo que somos. Por todo esto, diría que, como individuo de una sociedad, la apariencia es más importante que lo que realmente somos, porque la realidad incluye solo el ser, mientras que la apariencia abarca no solo el ser sino que también su espejismo, lo que proyectamos hacia el exterior. De aquí nace la temprana necesidad de descubrir quiénes somos, el por qué estamos aquí y otras preguntas existenciales del ser humano. En cambio, si separamos e independizamos el individuo de la sociedad, el verdadero ser es más trascendente, ya que, en este caso, no tenemos la necesidad de “demostrarnos” a nadie. Nosotros somos de por sí conscientes de quiénes somos, cómo somos, de nuestra vida y de que existimos en la realidad. Las apariencias “esclavizan” porque al estar totalmente ligadas a la verdad, la limitan. Al no poder confirmar la existencia, tendemos a buscar otras maneras de definirlas mediante su oposición.

La realidad termina siendo un concepto creado por los humanos para entender el mundo, al igual que todas las ideas que conocemos en la actualidad y que van evolucionando con el paso del tiempo. La diferencia es que esta engloba otros conceptos construidos. Así pues, al verse influida, no podemos afirmar que la realidad que conocemos sea verdadera, ni que tampoco sea falsa para todos. Aunque sí podemos considerar la realidad y apariencia de forma personal usando los criterios adecuados. Recordemos que la realidad es una respuesta a la interacción con el entorno que en cada caso es variado. Nuestro objetivo claro es destaparla, a pesar de que pueda resultar complicado o dudoso, pues una fina línea separa lo real y lo irreal.