Gloria González, alumna de 2º de ESO, Finalista del «II Certamen de Relato Corto» del Colegio Virgen del Mar

Abrí los ojos…

Abrí los ojos y allí estaba, acostada, llena de cables y sin saber porqué. En la mesilla que se encontraba a mi lado había flores, globos y mensajes bonitos. A mi alrededor mucha gente a la que no conocía. Todos se alegraban y me abrazaban aunque yo no entendía por qué, si en realidad nunca los había visto. Unos decían ser mis padres, otros mis abuelos, mis tíos, primos… y yo no reconocía a nadie. De pronto, entró un hombre alto y canoso con una bata blanca y dijo: «Necesita descansar” y entonces todos salieron de allí. El hombre de la bata (supuse que era el médico) me explicó ,que había tenido un accidente y probablemente por eso no me acordaba de nada. Iba con el coche, frené muy rápido y choqué contra otro. Ahora todo cobraba sentido, pero aún así no recordaba nada ni a nadie. Salí del hospital y fui a lo que decían que era mi casa.

No me sentía bien, toda aquella gente esperaba algo de mí, que les recordase, que les quisiese, en cambio yo pensaba que era necesario parar el tiempo, girar el reloj de arena y volver al instante del accidente, no haber frenado así de rápido y que ahora todo fuera como debía ser. Pero era imposible, ya no había vuelta atrás y lo único que podía hacer era confiar en toda aquella gente que decía ser mi familia y amigos; e intentar recordar, mi casa, mi familia, mis amigos, todo lo que antes me parecía importante y ahora se había esfumado de mi cabeza. Y ya no recordaba nada, no sentía, tan solo me emocionaba. Me emocionaba y se me ponían los pelos de punta, reía o lloraba, tenía algo bonito por fuera y vacío por dentro, sin recuerdos, sin nada, solo emociones vacías de sentimientos.