Historias escritas en el Colegio para contar en la noche de Halloween: Microrelatos de terror

 

¿Jugarías conmigo?

Por Javier Díaz, Aday Cabrera, Daniela Cabrera, Paula del Toro y Nerea Galán, 1º de Bachillerato

Hace un tiempo, una amiga mía llamada Jeanette y yo, decidimos hacer juegos de miedo, como espiritismo por primera vez, ya que nunca antes nos habíamos atrevido a hacerlo. Llamamos a otras dos amigas que se llamaban Clara y Lucía para que nos acompañaran, puesto que a mí me habían dicho que probablemente con sólo dos personas sería más difícil que pasara algo. Nos costó trabajo convencerlas, pero al final cedieron, una de ellas vino con su novio Gonzalo. Lo preparamos todo y, un poco asustadas, comenzamos a hacer La Ouija.

Durante la sesión, una de las compañeras a las que habíamos llamado dijo: “Yo me voy de aquí, menuda tontería esta de La Ouija”. Nosotras nos asustamos un poco y decidimos dejarlo para otro momento.

Al cabo de unos días, Clara, la compañera que se había ido, me llamó aterrorizada, diciéndome que, de camino a casa después de haber ido a estudiar a la biblioteca, al pasar por delante de una casa en ruinas que hay cerca de su hogar, una niña vestida de blanco le había pedido que jugara con ella. Clara le dijo que no podía porque tenía prisa por llegar a su casa, y acto seguido, la niña comenzó a llorar con lágrimas de sangre. Clara salió de allí corriendo y al llegar a casa fue cuando me llamó. Hasta ahí fue lo que me contó mi amiga. En un principio me lo tomé a broma, pero algo me hizo pensar que mi amiga hablaba muy en serio.

En mi habitación, comencé a darle vueltas al asunto y me acordé del día en que habíamos hecho espiritismo y de las malas maneras con las que mi amiga se había retirado. Pensé que no tendría nada que ver y me dormí. Al día siguiente, esa misma amiga me llamó porque iba a quedarse sola en casa estudiando y tenía miedo, así que decidí acompañarla, puesto que yo tenía también que estudiar. Cogí un autobús y, ya en su casa, nos pusimos a estudiar. De repente, oímos a nuestra espalda un ruido como de arañazos. Las dos miramos y comprobamos horrorizadas que la niña que ella me había descrito estaba sentada sobre la cama de mi amiga, arañando la pared. Salimos corriendo de la habitación y al llegar a la puerta observé que mi amiga no estaba, pero yo estaba demasiado asustada para esperarla.

Un rato después, la policía llamó a mi casa informándome que mi amiga había muerto de un ataque de asma. La habían encontrado en las escaleras de su casa, con una expresión de terror en su cara. Yo estuve en tratamiento psiquiátrico unos meses y ya me estaba recuperando, pero el otro día, en mi buzón apareció una nota escrita con letra de niña pequeña que decía: “Tu amiga murió por no jugar conmigo. Tengo una muñeca nueva…”. Yo creo que es una broma, ya que nuestra historia se ha hecho bastante popular en el pueblo, pero por otra parte tengo miedo… ¿vendrá a por mí?

 

Un 31 de octubre

Por Eider Gago. 1º de Bachillerato

31 de octubre de 1999

Era una mañana fría, y aunque ya habían pasado semanas desde el comienzo del otoño, ya se notaba de forma más exagerada las ganas de pastel de calabaza y de la fiesta más popular entre los infantes: Halloween. Es entonces cuando pueden ir disfrazados de la manera más escalofriante al colegio y después de la jornada ir a pedir golosinas con sus padres y amigos. Pero para Kade esto era todo un acontecimiento, era su cumpleaños, cumplía los 10, ¡toda una década! No podía estar más ilusionado, sus padres le habían hecho una tarta de calabaza con glaseado de crema, su favorita, para desayunar y compartir con sus compañeros. Esta vez se había disfrazado del malo de Scream, y esa misma tarde, todos sus amigos irían a su casa antes de ir a por dulces.

Cuando llegó a su aula, sus colegas y profesores le felicitaron con una gran sonrisa. El día no podía ir a mejor, todas sus clases habían sido divertidas y en el recreo todo el curso le cantó el cumpleaños feliz. Se sentía el chico más afortunado del mundo, tenía unos padres maravillosos y unos amigos que valían oro. Al salir del colegio, y caminando a casa con todos sus compañeros, el cielo fue invadido por unas nubes negras que no tardaron en soltar toda el agua que contenían, pero esto no le pudo retirar la felicidad de su día. Corrieron todos para tardar menos e intentar mojarse lo menos posible, pero al llegar a la casita de Kade, vieron que la cerradura había sido forzada y que el bullicio que se solía escuchar de sus padres hablando, ya no se podía oír. Los chavales estaban confundidos hasta que entraron y vieron cómo dos jóvenes vestidos de Scream, acuchillaban a los padres de éstos. En ese momento todos salieron llorando y chillando aterrados ante lo que acababan de presenciar, sin embargo Kade había quedado inmóvil, y ni siquiera pudo notar las lágrimas que ya desfilaban por sus mejillas. Al ver al niño, los dos hombres huyeron y dejándole solo acompañado por los cuerpos sin vida de sus padres.

31 de octubre de 2009

A pesar de cumplir 20 años, no quería ningún tipo de celebración desde el horror que había vivido hace ya diez años, nunca ha celebrado su cumpleaños. Kade pasó toda su infancia a partir de 1999 en un centro de menores y cuando lo tuvo que abandonar por su mayoría de edad, usó la herencia de sus padres para comprar una casa nueva, ya que cada vez que iba a la que compartía con sus padres, veía la escena en su cabeza una y otra vez. Esta noche, pensaba quedarse solo en su casa viendo su película favorita: “Matar un ruiseñor” y pasarla como si fuese un día normal lleno de dolor y en completa soledad.  Ya no mantenía ninguna amistad, ni tampoco tenía intención de hacer nuevas ya que siempre había preferido andar solo por el camino de la vida y no sufrir ninguna pérdida más. Durante estos diez años ha vivido con el miedo de que los asesinos volviesen a por él, como si se tratara de un asunto pendiente. Ya que nunca pillaron a los culpables, y llevan en libertad desde entonces.  No han faltado pruebas de que en algún momento esto pasará, puesto que todos los años, desde entonces, ha recibido un papel con una palabra escrita, y los que ha recolectado hasta ahora forman la siguiente frase: “Esto no ha acabado, aún queda algo por hacer”, confiaba en que este año terminase la frase, porque no podía aguantar más sufrimiento. Como ya era costumbre en Halloween, abrió su buzón para encontrar un papel con su nombre escrito, en ese momento sintió como un bate de béisbol le daba en la cabeza quedando inconsciente. Cuando despertó, estaba en un bosque, un lugar en el que jamás había estado. Observaba el paisaje hasta que vio los cadáveres de sus padres, descompuestos después de una década, mutilados y sucios. El cabecilla del grupo, disfrazado otra vez de Scream, al ver que había despertado lo tomó por el brazo y lo arrastró más cerca de los cuerpos. Entonces le gritó que él iba a acabar como ellos, fue ese el momento en el que le comenzaron a apuñalar, él agonizaba pero no había nadie para oírle. Continuaron mutilando su cuerpo para terminar de matarlo, colgándole junto a sus padres. Y esta vez, terminó su sufrimiento.

 

Mi casa nueva

Carlos, Pablo, Alejandro y Aday Ángel, 1º de Bachillerato

Era un domingo en la tarde. Estaba muy ansioso, por fin había logrado lo que llevaba deseando desde hace mucho tiempo, emanciparme de mis padres. A mis 19 años tenía un trabajo estable y que me permitiría comprar una casa a las afueras de un pueblo, lejos de la sociedad pero a un buen precio. Fuera, en el porche, me esperaba el propietario con las llaves en la mano. Se comportó conmigo de forma muy amable, se le notaba con muchas ganas de cerrar el trato y darme las llaves. El primer piso de la casa se encontraba en buen estado, pero, al subir las escaleras para comprobar el segundo piso, me llegó un olor desagradable, supuse que eran humedades, continúe mirando y cada habitación estaba peor que la anterior. En una de ellas había un cuadro de un rostro que me hacía recordar al de un señor, parecía bastante siniestro ya que tenía una sonrisa maligna, pero no le di importancia. Días después de mi llegada a la nueva casa, por temas laborales debía viajar a otro país. Algo me inquietaba en aquella casa y decidí colocar cámaras que me ayudaran a controlarla, mientras estaba fuera. Horas más tarde, con exactitud, en la noche de ese mismo día, eran las once de la noche. Ya en el hotel decido mirar las cámaras y compruebo que todo está en orden, así que decido acostarme y reponer fuerzas para el siguiente día.

En la mañana siguiente, al despertarme, puedo notar una ligera sensación de preocupación que me motiva a revisar las cámaras. Rápidamente compruebo que una de ellas no funciona correctamente, la visión es difusa e intermitente en la habitación del cuadro. Así que volví a casa rápidamente abandonando la concentración que había hecho mi empresa. Una vez de vuelta a mi hogar, subí lo más rápido que pude al segundo piso, la verdad que con un poco de miedo, el olor desagradable se había hecho más nauseabundo, de camino a la habitación había un rastro de sangre, me centré, en seguir la sangre, el indicio de sangre llevaba hasta un espejo que reflejaba el cuadro, y ahí fue cuando en segundos asocié que ese cuadro no era un cuadro, sino una persona real que me acechaba con una sonrisa maléfica, junto a él había un cadáver, ¿sería yo el siguiente?

 

La invitación de nuestra vecina María

Por Braulio Rodríguez, 1º ESO

El año pasado en la noche Halloween, como otros años, fui con mis amigos a pedir caramelos por el vecindario. Cuál no sería nuestra sorpresa que cuando nos dispusimos a comer los que nos dio nuestra vecina María, nuestros pies comenzaron a despegar del suelo. Pensamos lo peor: un hechicero estaba ahí, las chuches estaban encantadas, etc.

Conseguimos tomar el control de nuestros pies y fuimos a la salida para ver si había algo raro fuera.

En ese momento, nos quedamos sin palabras. Estaba todo lleno de niebla, había una sombra tenebrosa y había un hombre con una cazadora negra, un gorro de bombilla, unos zapatos de cuero negro y unos guantes de tela negra y blanca. El hombre llegó y nos dijo con una voz rara, que parecía que llevaba un distorsionador de voz: “Estoy aquí para que me ayudéis a matar a vuestro líder”. Nosotros le preguntamos: “¿Qué líder?” Él dijo: “Ah, perdón, es que tengo otro planeta más y me lío, quiero llevarme todas las chuches que tengan, pero de ustedes solos no, de todo el MUNDO”. Nosotros dijimos: “No, eso no lo puedes hacer, por favor, podemos hacer algún trato, te lo rogamos”.  Él dijo: “Bueno, podemos hacer un trato”. “¿Cuál?”, le preguntamos. “Pues que cada Halloween me traigan chuches al inframundo”, nos dijo. “Y, ¿dónde está eso?”, preguntamos con cara misteriosa. “Excaven debajo de la tierra tres metros y las dejan ahí”, nos explicó. “Vale”, le dijimos pues no nos quedaba otra.

Así es como nos quedamos sin caramelos cada Halloween. Luego vimos en el periódico que un demonio había sido envenenado por unas chuches mágicas. Creemos que la misma fuerza poderosa que nos elevó los pies envenenó las chuches para matar al demonio.

 

Sin Identidad

Por Aroa Armas, 1º ESO A

Todos nos hemos sentido solos muchas veces, hemos llegado a vivir experiencias tan horribles como inimaginables. Todas esas personas que nos han humillado alguna vez o que nos han discriminado por ser la personas que somos hace que nuestra cabeza dé un millón de vueltas y reflexione cada palabra que nos han dicho a través de lágrimas tan infinitas como sinceras que recorren nuestras mejillas expulsando todo el dolor fuera de nuestros pensamientos, pero al final, siempre acabamos pensando en dar un paso adelante y seguir en pie. Aunque muchas veces no lo pensemos, esos recuerdos quedan permanentes y bien escondidos dentro de nosotros, siempre buscando una venganza para aquellas personas que no merecen tener una sonrisa en la cara. Ese dolor adentro de nosotros retuerce nuestro corazón y crea heridas que no deberían nacer en nosotros, pero siempre buscamos la manera de que la cicatriz desaparezca.

Cuenta la historia de una joven a la que siempre la estaban humillando y acosando por como era y por como se expresaba. No tenía amigos y la única persona que le quedaba en la que confiar era su madre. Ella no tenía malas intenciones con nadie, además nunca se hizo la idea de tener una amistad, simplemente quería aprender, salir a descubrir el mundo y ver las cosas que nadie ha podido imaginar, pero sobre todo, ayudar a su madre ya que estaba tan enferma que a la pobre mujer siquiera le daban los segundos para pestañear y rara vez decir alguna palabra. La joven, tan valiente como siempre, se enfrentaba todos los días a las ironías y críticas de la gente, y aunque ella no lo daba a entender, esas palabras quedaban grabadas en su mente como las frases en un libro, pero ella no se quería meter en problemas para no empeorar la salud de su madre, simplemente se las guardaba. Así pasaban las horas, los días y los meses, hasta que inesperadamente, una tarde lluviosa de tormenta, la madre de la joven falleció. Fue un hecho que provocó dolorosos sentimientos en el corazón de la chica y finalizó con una despedida muy dura. En ese momento la pobre se sentía sola y realmente estaba sola, no tenía nadie con quien hablar ni desahogarse siquiera recibir una caricia de consuelo. Tuvo que hacer frente y continuar su camino con la cabeza en alto. Cuando volvió al instituto después de aquella desgracia, todos los comentarios que le decían le afectaban de forma distinta, todo le causaba un eco en su mente hasta tal punto que llegaban a hacerse imparables las voces que retumbaban dentro de su cabeza. Lo único que se le ocurrió a la salida, fue correr sin parar hasta donde le llevase el viento. Pasó un buen rato corriendo, y era tan doloroso el cúmulo de acusaciones que tenía encima que el cansancio de correr en comparación era insignificante. Después se paró a descansar bajo la fresca sombra de un árbol y por un momento pensó que su vida había terminado, que ya no tenía sentido, que ya no tenía un camino para seguir adelante, hasta que pensó en vengarse de cada una de las personas que le había hecho daño.

Efectivamente estaba más decidida que nunca y planeó la mayor venganza para cada persona a la que había que borrarle la sonrisa de la cara, pero esto no iba a ser una venganza cualquiera, esto se trataba de pagar con la vida. Una de las primeras personas era una chica que siempre se había metido con ella por su físico. Una tarde la chica se encontraba en el parque probablemente esperando a sus amigas. Esta tan ignorante como siempre, no se preocupaba por lo que había alrededor suyo, así que no fue difícil ver su último pestañeo. De repente un intimídate silencio se produjo entre calle y calle. Era de noche, y lo único que se podía escuchar era apenas el canto del viento. La joven pensando en la de cosas tan horribles que está chica le había dicho, le provocaban unas ganas desesperantes de ver de ver cómo se tragaba sus propias palabras hasta el último punto. El viento soplaba, y era cada vez más fuerte, era tan fuerte que podías sentir como acariciaba tu cuello con su frío y angelical tacto. Pero de lo que la chica no se había dado cuenta, es de que tras ella había una sombra tan misteriosa y oscura como la niebla. La joven espero el momento perfecto para poder ejecutarla y eliminarla de su camino. Así lo hizo, entre segundos y desesperos la asaltó y, con las manos agarradas a su cuello, la asfixió hasta poder presenciar su último latido. Cuando estaba completamente muerta, arrimó el cadáver al lado de una farola y Salió disparada hacia un lugar donde nadie la pudiese encontrar. Aquel hecho hizo que se sintiera mucho más aliviada y por fin notó como se había quitado un peso de encima. Le había gustado mucho borrarle la felicidad de la cara a una persona que no merecía existir, así que esperó el momento para poder hacer lo mismo con sus dos objetivos restantes. Días después, la joven se encontraba paseando por el bosque a las afueras de su ciudad, en cuanto captó la imagen de su segundo objetivo. Era el momento perfecto. Este se encontraba frente a un enorme río el cual tenía unas corrientes tan fuertes que podría arrastrar a todo aquel que se interpusiera a su paso. Una vez más, la joven esperó ansiosamente el momento indicado para poder presenciar  como aquel ser lleno de maldad se tragaba sus propias palabras. Sin pensarlo dos veces, lo empujó contra el río y este se lo llevó con una rapidez hasta el borde de una enorme cascada, lo que provocó una caída de lo más impresionante. Cayó y cayó hasta llegar al final, definitivamente fue una muerte de lo más rápida y dolorosa. Otro peso más que se quitó de encima, cada vez le gustaba más ver cómo pagaban las personas indiscretas. Solo le quedaba uno. Este fue más difícil encontrarlo, pero las noticias de la muerte de las otras dos personas no tardaron en aparecer. Las calles eran puro alboroto, para entonces la joven tuvo que huir a un lugar seguro, pero aún así, estaba cada vez más convencida de lo que había empezado y aún más convencida de que quería terminarlo.

Pasaron los días, las semanas y los meses. No había rastro del último objetivo. La joven se volvió locamente desesperada, se volvió tan loca que los ataques de nervios eran continuos. Encima no podía salir a la calle porque estaban buscando a la responsable de dichos crímenes. Todo era una locura, no sentía alivio, porque sabía que una de sus pesadillas andaba por ahí suelta probablemente molestando a otra inocente persona. Hasta que un día, miró por la ventana del piso abandonado donde se estaba alojando y no tardó en reconocer aquella cara tan amenazadora. Fue tan grande la desesperación que no esperó ningún momento determinado y comenzó a lanzarle lo primero que pillaba con la mano. Tanto hizo, que el chico pudo escapar y antes de perderse de vista, le echó una mirada penetrante y maligna a la joven. Ella sabía perfectamente que el chico no se iba a dar por vencido, que le iba a devolver la jugada. Aterrada, bajó hasta el primero piso y salió del local abandonado en medio del bosque para ver dónde se encontraba su último objetivo. Todo era un silencio profundo y alarmante. Ella no podía ver más allá de la niebla que desafortunadamente cayó ante sus pies. El chico de la mirada penetrante apareció de una salto de entre la niebla, y con una pistola en la mano comenzó a disparar en todas las direcciones. La joven sin nada con lo que defenderse, se agachó y tapó su cabeza con las manos para intentar cubrirse, pero actuó rápidamente y ahora fue ella la que desapareció entre la niebla. Todo volvió a quedar en sigilo. Ella lo derribó por detrás con un codazo en la nuca, este cayó redondo en el suelo y se quedó algo mareado. Deseando que la pesadilla acabara, la joven recogió la pistola del suelto y comenzó a disparar hacia el pecho del chico. Este quedó muerto al instante, pero después de tanto tiroteo, la policía apareció y rodeó a la joven. Ella asimiló que probablemente iba a pasar por una larga condena y que después de todo, seguir viviendo era una pura tontería, así que agarró bien la pistola, la dirigió a su cabeza y tan solo disparó. Dejo que aquel cuerpo cargado de problemas cayera en el suelo y suspirase el último alivio de la victoria.

 

Tú te escondes y yo te pillo

Por Sara Bernal, 2º ESO B

Es curioso como la vida te quita lo que más aprecias, de un momento para otro, como un suspiro. Eso es lo que tardó mi hermano en desaparecer de este mundo. Fue tan rápido y repentino que no pude despedirme sin siquiera un adiós.

Hola me llamo David y tengo 14 años. Ya hace tres años cuando Iker, mi hermano menor con tan solo seis años, nos dejó.

Probablemente estén pensando que falleció por una enfermedad corrosiva, un accidente de tráfico o aéreo, pero no, mi hermano murió debido a un juego tan simple como el escondite.

Iker era la alegría personificada, daba luz a cada paso, (era tan pequeño que cuesta creer que un juego te quite a tu alma gemela). Sí, mi hermanito era mi mitad, mi todo, si él lloraba, yo también, si yo reía, él también. Hasta mis padres creyeron que nos comunicamos telepáticamente. Ojalá si hubiera tenido ese poder, le pediría mentalmente que nunca jugara con aquel niño. Pero desgraciadamente nunca tuvimos ese superpoder.

Era un día cualquiera en Icod, nublado y serenando, como siempre. Habíamos venido hasta aquí por el cumpleaños de un amigo de Iker. A mí me había invitado Sara, una compañera de clase y hermana del cumpleañeros, Marco.

La fiesta fue muy sencilla y privada en un parque del pueblo. Solo asistieron familiares y amigos cercanos y allí estábamos nosotros. Realmente yo no era muy amigo de Sara, así que estaba fuera de lugar, pero mis padres insistieron en que fuera, en vez de quedarme leyendo toda la mañana. Porque esa era mi pasión, leer, y fue un fastidio perderme tres horas de lectura matutina.

A la mitad de la celebración, Marco nos presentó a su primo Ramsés. Era un chico de la edad de Iker, con la piel pálida, con un tupido pelo negro  y unos ojos color avellana que transmitían indiferencia y pasotismo.

A la hora de juegos, Iker, como buena persona que era, se acercó a Ramsés, porque vio que no interactuaba con nadie y además tenía cara de pasarlo mal en aquella fiesta.

Iker le preguntó:- ¿Te gustaría jugar a Juan, Periquito y Andrés con nosotros?-.

– ¿Qué tal si jugamos al escondite?. Jugaríamos solos ya que así será más difícil- dijo Ramsés.

Con una voz ronca y mirando a los ojos de Iker le dijo: – Tú te escondes y yo te pillo.

-Vale- Esa fue la última palabra que salió de la boca de mi hermanito de seis años. Un vale que le costó la vida. Yo, en cambio, mientras sucedía esto,  estaba hablando con Sara y no tuve tiempo de reaccionar.

A día de hoy sigue abierto el caso del secuestro o supuesto homicidio de mi hermano. Todavía, tres años después, todo el mundo cree que está muerto, pero yo tengo una corazonada de que está entre nosotros.

Por un simple juego y un vale, puedes perder lo que más amas sin siquiera darte cuenta.

 

Detrás de mi puerta

Gara Manganell 1º ESO A

Hola, me llamo Raquel, hace poco mis padres y yo nos mudamos a un nuevo pueblo, porque no teníamos demasiado dinero para mantener la otra casa. Perdí a todos mis amigos de mi antiguo colegio, pero no estoy demasiado preocupada ya que siempre se me ha dado bien hacer amigos.

Hoy me desperté un poco nerviosa pero tenia fe en que ese día iba a salir genial, lo presentía. Me vestí con mi conjunto favorito me peine con una coleta alta y bajé a desayunar.

Mi madre me había preparado unas tortitas con miel. Me las comí y salí corriendo al colegio. ¡Llegaba tarde ! No me lo podía permitir, a penas era mi primer día.

Finalmente llegué. Me quedé sorprendida de lo grande que era el colegio. Parecía un castillo. Me fijé que había un camino que señalaba la entrada del colegio. Así que empecé a caminar hasta llegar al pasillo principal. Había un montón de gente, yo tenia tanta vergüenza que pasé con la misma hasta llegar a una taquilla vacía. Metí mis cosas y me dirigí a mi aula.

Cuando entré ya todo el mundo estaba sentado y la profesora me miraba directamente. Yo me puse muy nerviosa, no sabía si irme corriendo o quedarme ahí quieta. De repente la profesora me preguntó si era nueva en la escuela yo asentí con la cabeza intentando no sonrojarme de la vergüenza. Me dijo que pasase a la pizarra a presentarme. Yo estaba inquieta. Di algunos pasos hacia la pizarra, me detuve en frente de mis nuevos compañeros. Pero al fijarme bien de lo que había mi alrededor, vi como un chico con un aspecto siniestro me miraba fijamente, no me quitaba el ojo de encima. Supuse que era normal ya que era nueva y no me conocía. Me quedé callada mirando a ese chico unos minutos. Hasta que alguien dio una pequeña palmada en la espalda, era la profesora, ya me había llamado tres veces pero estaba tan absorta mirando a ese extraño chico que no me di cuenta. Así que me presenté. Dije mi nombre y lo que me gustaba hacer. La profesora me dijo que me sentase al lado de Esther, parecía ser muy simpática. Ella me ayudo a adaptarme bien.

Ya era la hora de salida así que me dirigí a el coche de mi madre. Al subirme me di cuenta que al otro lado de la calle estaba ese chico tan misterioso.

Cuando llegué a casa, mi madre recibió una llamada del hospital, a mi abuela le había dado un infarto. Mi madre salió corriendo y me dejó al cargo de la casa. Transcurrieron las horas y mi madre no me había llamado. Eran ya las 12:30 de la noche, así que pensé que se tuvo que quedar en el hospital porque ya no le daba tiempo a venir. Todo estaba muy oscuro, me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, esa sensación me aterrorizó. Así que subí corriendo a mi habitación, entre, cerré la puerta con pestillo y deje mi móvil en la mesita de noche. Apagué la luz y me dormí.

Me desperté sobresaltada en medio de la noche y me di cuenta de que la puerta estaba entre abierta y mi móvil no estaba donde lo dejé. Salí corriendo, mi madre no estaba aún en su habitación. Cada vez estaba mas nerviosa. Tenía la sensación de que no estaba sola…

Decidí bajar a la planta baja y… – ¡ NOOO..! HAY SANGRE POR TODAS PARTES

Mi madre estaba tirada en el suelo. Las lágrimas corrían por todo mi rostro. No sabía reaccionar, cuando pude acercarme a ella, en una esquina de la habitación, ahí estaba él. Con una macabra sonrisa, esa mirada misteriosa que le noté desde el primer momento y un cuchillo en sus manos. Me quedé helada sin apenas respirar. Cuando por fin pude gritar me desperté empapada en sudor y con el corazón que parecía que iba a explotar.

¡TODO HABÍA SIDO UNA HORRIBLE PESADILLA!

 

¿Quieres jugar?

Hugo Pérez 1º ESO A

Aquella mañana amaneció muy temprano y prometía ser un día maravilloso. Marta y su familia ya tenían todo preparado para mudarse y comenzar una nueva vida en la casa que habían heredado de su abuela. A primera vista el lugar era muy sombrío, se podría decir casi tenebroso. La mayoría de viviendas eran muy antiguas y se contaban muchas leyendas de historias que habían pasado allí pero siempre serían eso, leyendas…

Marta formó un grupo de amigas muy rápido; se hicieron íntimas y compartían todo. Cinthia era la que más cerca vivía de ella. Solían salir juntas por las mañanas para ir al colegio.

Un día Marta enfermó y se quedó en casa, así que Cinthia fue sola esa mañana. Habían quedado en que esta le llevaría los apuntes y tareas por la tarde para no quedarse atrasada. Pasadas ya dos horas desde la salida del colegio, aún no había llegado. Marta empezó a preocuparse, hasta que de forma muy brusca e insistente llamaron a la puerta.

Por fin, era ella, entró con una cara desencajada, su rostro era pálido y no paraba de temblar. Cuando logró calmarse y pudo hablar, comenzó a relatar que al salir de la biblioteca decidió tomar un atajo que nunca frecuentaban porque había una casa abandonada y le daba miedo. Se cruzó con una niña de aspecto muy raro, de tez muy pálida y muy desaliñada; nunca la había visto y le pidió jugar con ella pero como iba con prisa para llegar a tiempo, le dijo que no, y al hacerlo, esa niña empezó a llorar con lágrimas de sangre. Salió corriendo sin mirar atrás y vino directa a la casa.

En un principio pensó que era una broma pero por la manera en la que estaba, algo le decía que era verdad.

Esa noche Cinthia le costó mucho coger el sueño pero por fin lo consiguió. Una imagen femenina apoderaba su mente, el cálido aliento en su nuca la tranquilizaba, hasta que recordó que dormía sola. Abrió los ojos y ahí estaba en la esquina de su habitación, silenciosa, mirándola y haciendo movimientos de negación con su cabeza.

Al día siguiente le pidió a su amiga que por favor se quedara con ella a estudiar, no quería estar sola.

Estaban haciendo las tareas cuando a sus espaldas oyeron unos ruidos que las alertaron. Las dos miraron hacia atrás y comprobaron horrorizadas que la niña que había descrito, se encontraba sentada sobre la cama arañando la pared. Salieron a toda prisa de la habitación, se tropezaron en las escaleras, Marta ni siquiera miró hacia atrás y se fue a su casa sin saber qué había pasado con su amiga.

A la mañana siguiente la policía se personaba en casa de Marta, para comunicarle que Cinthia había fallecido accidentalmente de un ataque de asma y había sido encontrada en las escaleras de su casa con una expresión de terror en su cara.

Esto hizo que tuviese que ser atendida por psiquiatras durante mucho tiempo hasta que lo fue superando y volvía a su vida cotidiana.

Una tarde al volver de sus clases abrió el buzón de su casa como de costumbre y encontró un papel escrito con lo letras de niña pequeña que decía: “Tu amiga murió por no jugar conmigo, tengo una muñeca nueva…¿quieres jugar?

 

La sombra del fallecido

Daniela Montoya, 2º ESO B

Siempre se ha dicho que los cuentos son pura fantasía pero este, tiene algo especial, que te crea la duda de si de verdad esto son sólo letras que lees o una advertencia.

Todo esto comienza hace muchos años atrás, cuando antes de este colegio, El Virgen del Mar, se hallaba otro cuyo nombre desconozco. Remontémonos a cuando un niño, de camino a su amado colegio desparece y declaran su muerte. Una noticia impactante para todos, tanto que ni el propio muerto la pudo aceptar.

Días después, una mañana más para muchos, los alumnos de la clase a la que el pobre niño fallecido pertenecía, escucharon leves pasos que venían del pasillo, parecía que se iban acercando. Cuando los pasos llegaron a la altura de la puerta de la clase, los estudiantes mantuvieron la mirada fija en esta. Súbitamente una sombra negra corre por la pared, a los jóvenes les da un sudor frío y tragan saliva.

La sombra corretear por las paredes y los jóvenes empiezan a gritar, cuando de repente, se detiene en medio de la habitación, y se ve como la figura se inclina, las ventanas se cierran y la habitación queda a oscura.  Los alumnos estaban tan paralizados que no dijeron nada, solo se escuchaban respiraciones aceleradas.

Después de un tenso momento, aquellos chicos desaparecieron, la clase quedó vacía, habían sido abducidnos por esa sombra, la misma que se había llevado a su compañero.

Y bueno, antes de despedirme, te deseo suerte, ya que la forma para que este “ser» aparezca, es leyendo su historia, tal y como tú, lector, acabas de hacer.

 

Lo que ocurre sin que lo notemos

Camila Pacheco, 2º ESO B

Hace no mucho siento que me vigilan en todo momento, no he parado de ver cosas que no están. Desde muy pequeña me pasaba, pero hubo un momento en el que todo desapareció hasta hace unos años.

Una noche recuerdo haberme dormido temprano, hasta que escuché mi nombre sobre las dos de la mañana. Me asusté. No era una voz conocida, recuerdo que era una mujer y no me llamaba por mi nombre sino por mi diminutivo como me llamaba mi familia. Esperé despierta un buen rato hasta que perdí la noción del tiempo y me volví a dormir. No sé cuánto tiempo pasó hasta que me desperté por la mañana a desayunar, no dije nada a mis padres pensarían que estaba loca, así que durante un día lo dejé pasar.

La noche siguiente volví a escucharlo y sólo por su voz sentí un escalofrío y mis músculos se tensaron. Empecé a sudar aterrada no era una sensación normal, intenté respirar profundo e intenté dormirme, pero el miedo, mejor dicho, el terror no me dejaba cerrar los ojos. Me armé de valor fui al cuarto de mis padres donde ellos dormían plácidamente. Volví a mi habitación vigilando la puerta. Me arropé hasta la nariz con la manta, vigilé y vigilé y no ocurría nada así que momentos después me dormí.

Durante el día todo era normal excepto por alguna sombra o persona que no estaba, pero llegó el momento en que me acostumbré, durante el día, pero por las noches veía sombras, manos, oía pasos y voces llamándome, no sabía qué querían, estaba simplemente aterrada.

La tercera noche no dormí, yo solía ser una persona bastante dormilona pero esa noche me marcó de por vida. Me dormí como siempre entre voces y sombras, pero mis sueños me dejaron con más miedo del que ya sentía. En él había una mujer con el pelo negro que me observaba hasta que se acercó más y más, me atravesó como si sólo fuera aire, me desperté al sentir el tacto de una mano en mi hombro, al abrir los ojos me encontré bañada en sudor. Miré por toda mi habitación, pero lo único que logré ver fue una túnica azul pastel, el pelo negro de una mujer y unos ojos mirándome y desde entonces no he vuelto a dormir bien, no me siento segura en ningún lugar, ella siempre está ahí y no sé lo que quiere.

 

El pozo de las nueve

Nuria Padilla, 2º ESO D

Hace dos años un niño, llamado Liam, vivía en las afueras de un pueblo con su familia. En la plaza de dicho pueblo siempre a las nueve de la noche aparecía un pozo. De este pozo salía un humo negro y unos ruidos escalofriantes. Si a las nueve había alguien a menos de tres metros de donde salía el pozo, esa persona se sentiría atraída por el pozo, se acercaría a él sin poder dar la vuelta y desaparecería para siempre. Algunos habitantes del pueblo decían que era la misma puerta al infierno, otros que era un espíritu vengativo. En cambio Liam no opinaba ni quería opinar nada sobre el tema, sabía las normas, no jugar en la plaza después de las ocho. Un día los padres de Liam salieron tarde de su trabajo no sabían qué hora era pero fueron por la plaza para acortar camino pero por desgracia se hicieron las nueve y Liam nunca los volvió a ver. A partir de ese instante Liam empezó a investigar quería saber qué le había pasado a sus padres, entonces una de los días decidió ir hacia el pozo, no sé resistió de la magia del pozo y cuando se acercó ahí lo vio, me vio a mí.

 

SPC

Alexia Sánchez, 2º ESO D

El ruido de cristales rotos resonó por su habitación, Anna se levantó de golpe sin entender qué sucedía, la habitación estaba en completa oscuridad mientras que una niebla negra se esparcía por todos lados junto al sonido de una canción proveniente de afuera. Asustada, alargó su mano para encender la pequeña lámpara que tenía en su mesilla de noche y, aunque no notó nada fuera de lo común, aseguraba haber visto y escuchado algo, así que se levantó y recorrió su casa verificando todo a su paso. Nada más salir de su habitación notó cómo la temperatura había descendido de manera ilógica. Temblando de frío, se acercó al teléfono fijo y llamó a su institución ya que era el único número con el que podía comunicarse por teléfono. Realmente Anna no tenía esperanzas de que lo cogieran, sabía que algo iba mal y si lo que fuera que se hubiese colado en su casa había sido capaz de llegar hasta allí, definitivamente la agencia tendría que estar destrozada. No obstante, su sorpresa fue suma cuando escuchó una voz temblorosa al otro lado del teléfono, «Anna, ¿eres tú?» le respondieron, «algo va mal, tienes que irte, se han escapado y están asesinando todo el que se les cruza por camino, nada los para y….» Un fuerte golpe seguido de varios gritos se escucharon de fondo, «Marcos, ¿estás ahí?» preguntó Anna, que se había encerrado en su habitación. «Marcos, responde, ¿cuántos de ellos se han escapado?». El sonido de arañazos y crujidos de hueso llegaron desde la otra línea «Todos» dijo gritando su compañero de fondo «se han ido todos, esto es grave tienes que…” No llegó a escuchar el resto ya que una explosión en su propia vivienda la tiró hacia delante. Un pitido agudo y constante le penetraba los oídos, sin embargo se obligó a sí misma a ignorar eso y el dolor para esconderse en su armario. E hizo bien, ya que segundos después apareció en su puerta la causante de la explosión, una criatura grotesca extremadamente alta, medía aproximadamente tres metros y era muy delgada, tanto que sus huesos se marcaban a través de su piel. Su cara estaba deformada y las garras que poseía no eran comparables a las de ningún animal conocido. El ser fue recorriendo la habitación poco a poco a medida que la oscura niebla avanzaba, y en un momento que estuvo lo suficientemente cerca, Anna pudo notar las letras SPC inscritas en la camisa que llevaba puesta. Definitivamente era peor de lo que ella imaginaba, en su fundación habían más de 500 seres con habilidades extrañas con los cuales experimentaban, y algunos eran tan fuertes que apenas podían contenerlos. Si encima habían mutado y escapado, las posibilidades de que sobreviviera eran mínimas. Pronto la encontrarían, así que no le quedaba otra que intentar escapar. En cuanto el mutante se distrajo, Anna salió corriendo hacia la ventana y saltó por ella. El impacto fue fuerte, y sumado al de la explosión anterior, el dolor la dejaba prácticamente inmóvil, pero se levantó y se obligó a sí misma a correr, ya que un grito agudo y largo proveniente de su casa le recordó que debía sobrevivir. La niebla la empezó a seguir, oscureciendo su visión y el camino que intentaba recorrer. De pronto se encontró con otra criatura, que se comía desesperadamente algo a lo que Anna no quiso mirar por miedo. Por suerte, ese segundo ser no la notó y Anna siguió corriendo abriéndose paso entre la oscuridad hasta que llegó a la carretera central. Pensó que ya estaría a salvo cuando las garras la alcanzaron. Forcejeó, intentó soltarse, le pegó una patada a sus brazos y en un momento de libertad que obtuvo corrió hasta el pequeño bosque situado enfrente. Llegó hasta la reserva de gasolina de la agencia SPC y se adentró en el edificio. Ahí dentro tomó una decisión, sabía que no podría sobrevivir, pero al menos cuando muriese se llevaría a aquella bestia con ella. Bajó al sótano donde tenían guardados los materiales inflamables, se dirigió a una de las taquillas, forcejeó un poco y buscó desesperadamente un mechero. Al conseguirlo gritó lo máximo posible para atraer al monstruo hacia una sala con líquido inflamable, y, cuando la bestia se abalanzó sobre ella, encendió la llama y ambas ardieron.

Anna se despertó sudando, había tenido una horrible pesadilla con respecto a su trabajo. Miró el reloj, ya eran las 7 de la mañana, así que se vistió y se dirigió a las instalaciones de la fundación SCP. Al llegar Marcos la saludó y le dio acceso a los pasillos que daban a las habitaciones de lo que ellos llamaban «individuos especiales». Justo hoy le tocaba probar una nueva fórmula con Esther, una chica que aunque pareciese humana podía causar pequeñas explosiones y siempre estaba acompañada de una niebla que causaba escalofríos. Al entrar a la habitación la vio atada a una camilla, mirando directamente a una de las paredes acolchadas. Anna se dirigió hacia ella y le inyectó la sustancia adecuada para el experimento. Sin embargo, las cosas salieron mal, y nada más su sangre entró en contacto con el líquido, su físico mutó y se convirtió en algo imparable, un animal sediento de sangre. Anna salió corriendo, pero una de las garras de Esther la atravesó enseguida, causándole la muerte inmediata. Acto seguido la bestia salió de su habitación y liberó al resto, y poco a poco crearon un ejército de monstruos, todos y cada uno de ellos listos para masacrar a todo aquel que se interpusiera en su camino, que se atraviesen a saber demasiado sobre la fundación SPC.

 

Aquel presentimiento en aquella tenebrosa tarde

Lucía Tostado, 2º ESO D

Otra vez la luz, apagándose sin control, lleva ya varias horas así y no me atrevo a levantarme del sofá, ¿quien andará allí? . Ese pensamiento rondaba en mi cabeza una y otra vez. Al ver que no cesaba decidí levantarme e ir a la habitación de mis padres para comprobar qué estaba pasando y porque esa molesta luz no paraba de parpadear. Siempre me habían dado miedo los largos, estrechos y oscuros pasillos de mi casa, pero esta vez era diferente. Cada paso que daba sentía como si mi corazón fuera acelerándose, algo extraño la verdad ya que al fin y al cabo mis padres estaban allí, no había razón de este sentimiento, mis pasos cada vez sonaban más fuertes ,¿sería por mis nervios? Sinceramente no lo sabía lo que sí sabía es que poco a poco me estaba acercando y al fin…

¡Pum! pegué un portazo, quién demonios está apagando la luz, les grite, al acabar la frase miré hacia su escritorio, donde solían estar tele trabajando pero para mi sorpresa ellos no estaban ahí yo no tenía hermanos por lo que DIOS MÍO ESTOY SOLA. No me podía creer cómo mis padres podían haberme dejado sola y menos sin avisarme, estaba tan exhausta que ni me planteé quien era entonces el causante de el desesperante parpadeo de la dichosa luz . No fue hasta un rato más tarde que me lo planteé. Pensé que podían haber sido las palancas, quizás habían fallado o incluso saltado los plomos, entonces fui a comprobarlo y resulta que no, todas y cada una de las palancas estaban subidas así que algo estaba pasando aquí y está vez era en serio. No me podía creer que me estuviera pasando algo paranormal de eso que solo pasa en las películas, decidí ponerme a investigar y de repente …

Ring ring que está pasando aquí, miré a mi alrededor y estaba en el escritorio de mis padres . En qué momento me dormí, la verdad no me acordaba pero esta vez mis padres sí estaban en la cama así que me relajé. Hace ya unas semanas me había pasado algo parecido. Así que decidí comentárselo a mis padres, ellos me trataron como un loco, además mi madre aprovechó la ocasión para recordarme que llegaba tarde al colegio . Me sentó fatal que no me creyeran y encima me reprochaban que llegaba tarde así que me puse los zapatos metí la tarea del día anterior de mala manera en la mochila y salí por la puerta .

En el recreo les expliqué a mis amigas esta anécdota y ellas que sí me creyeron me dijeron que le explicara todo a la psicóloga del colegio y lo que le dije fue lo siguiente. Siempre he deseado estar solo en mi casa, tener todas las habitaciones a mi disposición, pero una vez lo viví no me gustó nada la experiencia. Ella obviamente me preguntó el porqué entonces procedí a explicarle mi situación, lo sucedido con todo lujo de detalles a lo que ella me contestó: “Sabes que hace unos años yo sufrí lo mismo que tú. También me pasaban esas cosas paranormales”.

Piiiiii pii ¡Qué inoportuno! justo en este momento el timbre que indicaba que era hora de volver a clase . Pasé toda la noche deseando que fuera el día siguiente para que la psicóloga me contara su historia . A primera hora estaba yo allí ya esperándola sentada en la mesa de su despacho y después de los cinco minutos más largos de mi vida llegó pero para mi sorpresa no me quiso contar más de la historia. Me contestaba de una manera fría. Me extraño tanto ayer pareció ser tan amable, no lo comprendía. Tal vez se arrepintió, nunca lo supe ya que al día siguiente le dije a mi madre que por favor me llevara al médico. Ella me preguntó la razón de ese pedido a lo que yo no le quise contestar simplemente le pedí que me llevara .

Y lo que me dijo el médico aquella tarde lluviosa y gris en aquella amplia pero a la vez tenebrosa consulta me marcó de por vida. Resultó que todo lo que yo había vivido resultó ser real todas aquellas suposiciones de las cuales comenzaba a dudar de si eran reales resultaron serlo . Lo que él me dijo fue que padezco de una enfermedad, cuyo nombre no me acuerdo, la cual hace que mi cerebro no descanse realmente a la hora de dormir sino que recolecta la información que ha pasado a lo largo del día a la que yo no le di importancia o ni siquiera me di cuenta, las transforma en sueños y me las presenta a la hora de dormir. Allí comprendí el motivo por el que la psicóloga no me quiso contar lo que a ella le había pasado.

Así que tal vez a ti te podría pasar lo que nos pasó a nosotros por este motivo debes presentar más atención a tus sueños ya que ellos intentar comunicarte algo . ¿Qué será lo que me quiso comunicarme a mí?

 

El espectro de la dama blanca

Oriana Felipe, 1º ESO A

Yo era vigilante de seguridad en la antigua Escuela de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, mi turno normalmente era de día, hasta que solicité pasar al turno de noche, ya que el salario era más alto. Varios compañeros de la empresa ya me habían advertido sobre algunos sucesos poco comunes que ocurrían en ese edificio en altas horas de la noche, pero sinceramente nunca les presté atención.

Comencé a trabajar en el nuevo turno. El edificio se quedaba completamente vacío, apenas pasaban coches por la calle, así que podía percibir los ruidos típicos de los edificios antiguos, como el crujir de la madera, el sonido del viento entrando por las rendijas de las ventanas, al fin y al cabo es un edifico de principios del siglo XX. El trabajo consistía en hacer rondas periódicas por todo el edifico cada hora en punto, comprobando que las puertas y ventanas estuvieran cerradas y las luces de las clases apagadas, algo muy sencillo.

Ya habían pasado varias semanas. Era una noche común del mes de junio, o eso pensaba yo. Había hecho la ronda de la 1 en punto y me senté en una mesa que había junto a la entrada principal, paralela al pasillo. Me puse a leer un libro, cuando por el rabillo del ojo vi pasar una sombra que cruzó detrás de mí y dobló hacia el acceso de las escaleras. Volteé la cabeza inmediatamente, me levanté y fui hasta donde estaban los primeros peldaños, miré hacia arriba, pero ahí no había nadie. Pensé que había sido un efecto, fruto del cansancio, así que no le di importancia.

Justo cuando me disponía a hacer la ronda de las 2 de la madrugada, ya me iba a levantar de la silla, cuando escucho claramente golpes de portazos que provenían de las plantas superiores. Inmediatamente salí corriendo escaleras arriba. Recuerdo que mientras subía, seguía escuchando portazos intermitentes en la primera planta, en la segunda, en las dos al mismo tiempo, era muy confuso, pero justo cuando llegué a la primera planta todo paró de repente. Pensé que alguien había entrado en el edificio, lo cual me parecía poco probable. Yo mismo había comprobado que los tres accesos al edificio estuvieran cerrados con llave, cadena y candado.

En estado de alerta, hice de nuevo la ronda revisando puerta por puerta, ventana por ventana, planta por planta. Todo estaba en orden. Las puertas estaban cerradas con llave y no había absolutamente nadie en todo el edificio, excepto yo.

Me puse a caminar por el pasillo de la planta baja, de un lado para otro, no sin antes ir al cuadro de control eléctrico y activar las luces de los pasillos de las tres plantas. A las 3 menos cuarto de la madrugada, empiezo a escuchar claramente el llanto desconsolado de una mujer, que parecía provenir de la última planta, acompañado del sonido de pasos que iban a lo largo de todo el pasillo desde el ala sur al norte. Se me pusieron todos los pelos de punta, desde la rabadilla a la nuca, creo que nunca había experimentado una sensación tan espeluznante.

Comencé a subir de nuevo la escalera, lentamente, me temblaban las rodillas, no me salía la voz. Como pude empecé a gritar preguntando quién estaba ahí, pero la única repuesta que obtenía era el llanto amargo de esa mujer. Cuando puse los pies en el penúltimo peldaño, justo antes de asomarme al pasillo, el llanto cesó de repente, pero me percato de que hay dos salones enfrentados con las puertas abiertas. Cuando me dispongo a comprobar cómo se han abierto ambas puertas, veo claramente a una mujer de pelo negro muy largo, vestida con una especie de túnica blanca hasta el suelo, sin rasgos reconocibles en el rostro, que sale de uno de los salones y entra al otro, cerrándose ambas puertas de golpe tras de sí.

Mi reacción fue bajar corriendo las escaleras, de hecho, el último tramo lo bajé prácticamente sentado al perder el equilibrio de uno de los pies, corrí hasta llegar a la entrada principal del edificio y con las llaves ya en la mano, sin parar de temblar, abrí la puerta y salí inmediatamente de allí.

Ya fuera del edificio, me fui a una cabina telefónica que había en la calle y llamé a la central al jefe de zona de guardia. Yo tartamudeaba, no se me entendía lo que decía, tenía la respiración acelerada, el corazón me iba a millón. Expliqué lo que me pasó como me fue posible.

Me mandaron inmediatamente a un compañero que hacía también guardia en la central, lo cual no es habitual, no es normal que te envíen “refuerzos” o compañía sin poner peros ni impedimentos. Cuando llegó el compañero, entramos los dos y nos quedamos sentados en la mesa del hall de entrada. No nos movimos de allí hasta que acabó el turno a las 6 de la mañana.

Llegamos a oír juntos más portazos, pisadas, gritos y lamentos a lo largo de lo quedó de la noche, pero no tuvimos coraje para acercarnos a ver qué sucedía. Además, en esas horas que pasamos juntos mi compañero me confesó, que lo que sucedía en ese edificio de noche era “un secreto a voces”, que muchos vigilantes se negaban en rotundo a trabajar allí ese turno, a lo que yo le respondí, que a partir de ese momento, uno de ellos sería yo.

 

Mi reflejo en el 11, mi abuela

Por Amanda, Ainhoa y Sergio, 4º ESO

Hola soy Sara una chica normal de 11 años, bueno o era normal hasta que un día de total aburrimiento cambió mi vida por completo. Veamos te pongo en situación. Un domingo normal en el que ya había terminado todas mis tareas, vi Netflix, hice un poco de deporte, y salí a caminar con mis padres, estaba muy muy muy aburrida, y tuve la brillante idea de jugar a piedra, papel o tijera con mis padres un rato. Después de jugar con ellos me sentí un poco extraña, ya que pensaba en el movimiento que quería sacar una cosa, pero cuando involuntariamente lo saqué, mis manos sujetaban otro objeto. Por ejemplo, quise sacar unas tijeras y de repente mis manos solas hicieron el gesto de la piedra. Bueno lo dejé pasar y pensé que era mi imaginación, así que decidí dejar de jugar con ellos y dije juego conmigo misma. Así que fui a mi cuarto y comencé a jugar con mi reflejo en el espejo. Con el tiempo mi reflejo empezó a agarrarme, me asusté y decidí dejar de jugar. Estuve horas y horas pensando hasta que llegué a una conclusión, mi abuela antes de morir me dijo que todos tenemos un número angelical, un número que siempre vemos, es decir, cada vez que miramos el reloj que marca el tiempo, cada vez miramos la televisión el volumen está en este número, nuestra talla de ropa o las decoraciones de una camisa simple pueden ser ese número. Bueno yo había estado viendo muchas y muchas veces el número once durante unos días. Y decidí hacer una búsqueda del significado angelical número once, después de horas y horas  buscando el significado que tiene el número once, averigüé que significa que siempre tienes una (buena) persona a tu lado que te cuida y te protege en el lugar de un familiar que ha fallecido. Esta persona es como tu gemelo y siempre está contigo; incluso cuando estás aburrido, él está ahí para jugar contigo. No me había dado cuenta de esto, puesto que no había pasado mucho tiempo desde que falleció mi abuela, y creo que esta persona es la que está a mi lado en su honor. Sé que suena un poco extraño, pero eso depende de las creencias de cada persona, hoy en día este «gemelo» me acompaña a todas partes y solo yo soy la que puede verla, no habla ni entiende a los demás, solo está a mi lado para cuidarme, es como mi segundo cuerpo.

 

¿Un Sueño?…

Por Leire Arteaga, 2º ESO A

Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros pasillos de una galería de cuadros con un ligero escalofrío:

-Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?-

-Yo no.- Responde el otro. -¿Y usted?-

-Yo…- Y desapareció.

En ese momento el primer desconocido supo que estaba realmente delante de uno y se asustó muchísimo, de tal manera que corrió como si no hubiese un mañana hasta que consiguió salir y adentrarse en la multitud que le esperaba afuera.

-Uff…Creo que lo he despistado- Dijo nuevamente.

-Yo creo que no- Escuchó el desconocido.

Cuando de repente se escuchó un gran chillido, como de aterrorizado. Todo el mundo se giró mirando hacia él cuando… Se despertó.

-¿Qué? ¿Era todo un sueño?…

 

Volviendo a casa

Por Paola, Ivanna, Paula y Gloria

Había sido una noche larga. Volvía a casa después de la fiesta que habíamos celebrado en el pueblo, un viaje que me obligaba a tomar una carretera vieja para poder llegar de manera segura y lenta tras la noche de copas. Llevaba media hora al volante, rodeada de árboles en medio de la nada, mientras la carretera seguía y seguía. En sí, todo era tranquilo, podía concentrarme en la música de mi móvil que tenía puesta, perdiéndome en mis pensamientos. Hasta que un par de metros después, unas ramas interfieren en la carretera, unas de gran tamaño que podrían dañar mis ruedas si pasara por encima. Me preocupo por el daño que podría causar y bajo del coche para retirarlas por mí misma. Al moverlas a un lado de la carretera, subo de nuevo al coche y arranco. Unos minutos después veo un coche azul, que se acerca cada vez más rápido.

Comienzo a ponerme nerviosa y busco mi móvil sin quitar el ojo del retrovisor, “necesito llamar a la policía“, pensé. El coche ya estaba muy cerca de mí y no sabía que intenciones tenía. Muerta de miedo y con las manos temblorosas marco el número de la policía, el coche se estaba acercando demasiado y había comenzado a golpear mi defensa trasera. El policía coge mi llamada, tras explicarle la situación, él empieza a intentar calmarme y a preguntar por qué carretera iba. Yo le dije dónde se podría hacer una intersección para que allí pudieran parar al otro coche.

El tiempo pasaba lento, donde intentaba que el nerviosismo no me ahogara, ya que de ninguna manera me podía desviar de esa carretera de un solo sentido, el coche me seguiría todo el tiempo, sin parar. Esos angustiosos minutos terminaron cuando pude ver las luces policiales. Me bajo del coche mientras veo al otro coche parar detrás, y a un señor de mediana edad que empezó a balbucear palabras que casi no podía entender. Estaba asustado. La policía intentaba calmarlo mientras que yo lo observaba con atención.

“¿QUÉ PRETENDÍAS?”, le grité. El hombre desconocido me miró atónito.

“Y-yo solo quería”, dijo, tartamudeando; “QUERÍAS QUÉ”, lo interrumpí chillando.

“Cuando te bajaste del coche…”, continúa nervioso, -empezó a explicar el señor- a lo lejos vi una sombra que se estaba metiendo en tu maletero, pensé en picarte las luces pero asumí que lo malinterpretarías. Luego tomé una decisión pero, que fue la de acelerar y comenzar a golpear tu defensa del coche. Supongo que te habrás asustado mucho y lo siento, pero no se me ocurría otra manera de hacerte parar o de entender lo que estaba pasando”.

Me quedé sin palabras y en “shock”, miré al policía que tenía a mi lado y le vi caminar hacia el coche. Abrió el maletero con la esperanza de que no hubiera nada ahí, pero no fue así. La famosa sombra resultó ser un señor armado con un cuchillo carnicero ensangrentado, la policía al sacarlo del compartimento lo reconoció. Al parecer, era el señor que se había escapado del famoso manicomio Guadalquivir y estaba en busca y captura, ya que había cometido un genocidio en una iglesia en Zaragoza, tres años atrás.

 

La noticia

Por Jeannette, Gloria, Sofía Cabrera y Melissa, 1º Bachillerato

Allá por el año 1903, la familia Birdwhistle se mudó de Inglaterra a Austria tras la muerte de Mary Birdwhistle, la madre. Esta familia decide mudarse a una casa de campo a 80 kilómetros del pueblo más cercano. La familia estaba compuesta por la hermana mayor llamada Jane Birdwhistle, el hermano mediano Harry Birdwhistle, y los gemelos Edrick y Jacob, y por último el padre Oliver Birdwhistle.

Ya acomodados en su nueva casa de Austria, Oliver se debilita por una enfermedad desconocida. Por lo tanto, Jane queda a cargo de todos sus hermanos con tan sólo 17 años. Ella se encargaba de todas las necesidades de la casa, como de la comida, la compra, el cuidado de la casa y de las facturas, que cada día iban a más ya que el padre era incapaz. Esto ocasionó problemas debido a que tenían que falsificar las firmas de su padre, Jane no quería que nadie se enterase de que estaba enfermo porque entonces les quitarían a sus hermanos.

Tras un tiempo en la casa, se empezaron a escuchar unos ruidos extraños que provenían del techo y las paredes, y cada vez aumentaban. Pero lo peor era que Jane se había dado cuenta de que solo ella se reflejaba en los espejos y sus hermanos no, por eso decidió taparlos, pensando que estaban malditos. Una noche, una ráfaga de viento tiró una de las telas que tapaba el espejo de las escaleras y eso despertó a Edrick, éste se asomó a la puerta y divisó una sombra femenina pasando por el espejo. Alarmado, llamó a sus hermanos. Harry asustado y enfadado decidió buscar esa sombra junto con la ayuda de Jane. Esta vez escucharon ruidos más fuertes que nunca y empezaron a seguir el ruido hasta llegar al altillo de la casa. Nada más abrir la puerta un fuerte olor bastante desagradable hizo que Harry retrocediera unos pocos centímetros y entonces el ruido cedió por un momento y el padre apareció en medio de la habitación con la mirada perdida y con unas pintas que hacían que se te erizara la piel. Jane encendió la luz y Harry y ella vieron unas mantas que cubrían tres bultos al lado de él, y el no saber qué había bajo ellas los asustaba. Una fuerte brisa entró por la puerta del desván haciendo temblar a Jane y Harry, y en segundos se apagó la luz y al volver a encenderse sola, su padre se hallaba inmóvil y sangrando junto a las mantas.

Jane se acercó a las mantas y vio encima un recorte de periódico que decía: “Madre asesina a tres de sus cuatro hijos y sale huyendo.”, debajo de las mantas se encontraban Harry, Edrick y Oliver. Cuando de repente apareció Mary Birdwhistle, la madre de ellos, enfadada y con un cuchillo ensangrentado. Persiguió a Jane por toda la casa, hasta que ella logró coger unas tijeras de la cocina y clavárselas a su madre. Jane había estado todo este tiempo simulando que sus hermanos seguían vivos debido al gran trauma que sufrió, y nunca aceptó la muerte de sus hermanos y de su padre.

 

Los caramelos de la señora María

Por Sara Pérez, 1º ESO D

El año pasado en la noche de Halloween, como otros años, fui con mis amigos a pedir caramelos por el vecindario. Cuál no sería nuestra sorpresa que cuando nos dispusimos a comer los que nos dio nuestra vecina María, nuestros pies comenzaron a despegar del suelo. Nos quedamos flotando alrededor de cinco minutos. Hubo un momento en el que pensamos que nunca podríamos bajar, y que tendríamos que crear una nueva vida con otros seres flotantes y voladores.

En el momento más inesperado, caímos al suelo. Una vez que nos levantamos, quisimos saber qué tenían esas chuches, así que decidimos espiar a la señora María. Su casa no tenía nada extraño en el exterior, pero el gran reto era ver el interior de ella. La señora María estaba en una habitación muy ruidosa, así que como no nos veía, entramos por la puerta trasera. Al entrar, lo primero que vimos fue una gran cantidad de caramelos metidos en una olla con una sustancia de color verde la cual no paraba de burbujear. Uno de mis amigos la probó y comenzó a flotar, con lo que comprobamos que María tramaba algo.

Con un poco de miedo, entramos a la habitación donde creíamos que se encontraba María y no creeréis lo que vimos… ¡A su gato! Él era el que preparaba esos caramelos, y la señora María los daba inocentemente.

¡Menuda noche!

 

El túnel

Por Mario González, 3º ESO A

Era un día como otro cualquiera, en ese momento, acababa de salir de clase y me dirigía a mi casa, como hago siempre, pero en ese momento me llegó un mensaje al móvil, un mensaje que lo cambiaría todo.

Este mensaje era de mi amigo que decía que fuese a la dirección que me iba a mandar y que si llegaba antes que él le esperase, y resaltó en mayúscula: “que no se te ocurra entrar solo”. Me estuve cuestionando qué era a lo que se refería, a dónde me iba a llevar y qué podría pasar si no le hiciese caso.

Llegué al lugar que me había señalado por mensaje y entendí a qué se refería. Aquel sitio era bastante bonito por fuera pues estaba en mitad de una especie de bosque al que había accedido por un camino que encontrabas al cruzar cierta carretera de mi ciudad, pero, en cuanto me puse a buscar lo que me quería enseñar encontré un túnel abandonado y oscuro, muy oscuro, tanto que cuando mire a su interior perdí todos los sentidos. Un escalofrío me recorrió la espalda y de repente aquel bosque, que en un principio me pareció precioso, se convirtió en un silencioso y muy siniestro bosque dado que, a parte de las plantas, me empecé a fijar en que no había nadie, ni un humano, ni un animal, ni siquiera un maldito bicho, nadie.

Me dije a mi mismo que no podría referirse a aquel lugar, que era un malentendido, que no había manera de que viniese para hacer algo así, y en parte tenía razón, no vino, no apareció incluso después de media hora. Fue en ese momento en el que mis pensamientos fueron obstruidos por una voz que resonaba en mi cabeza como si mis propios pensamientos, aunque estaba claro que no lo eran, me dijesen que  entrara. Todo en ese momento se paralizó para mí, no me había puesto a pensar qué podría haber ahí dentro y quería creer que no lo sabría jamás, pero aquella voz me contradecía, me estaba incitando a entrar y al no poder hacer nada contra ese pensamiento, no me quedó otra que hacerle caso. Unos segundos antes de entrar tuve que mentalizarme de lo que iba a hacer, así que, con la linterna del móvil en mano, me dispuse a entrar.

Estaba muy oscuro, tanto que parecía que la oscuridad se comiese la luz de mi teléfono. Al principio no era para tanto dado que podía ver la iluminación de fuera pero a medida que iba avanzando notaba cada vez más una presión y un terror insoportables. Empecé a tener la sensación de ver sombras moverse, a tener miedo a cerrar los ojos y no volver a abrirlos, estaba aterrado. Mientras todo esto pasaba me cuestionaba qué me había llevado a aquel lugar, qué estaba buscando, qué quería enseñarme, y el por qué de mi miedo. Me pregunté: ¿hasta aquí he llegado? Una cuestión que me tenía aterrorizado.

Llevaba casi veinte minutos caminando en la oscuridad sin saber a que le tenía tanto pavor hasta que justo cuando me planteé volver vi una luz.

Por un momento pensé que sería el final del túnel pero en cuanto me acerqué me di cuenta de que era algo totalmente distinto, era el móvil de alguien que había estado aquí antes que yo. En cuanto me acerqué a ver la pantalla, todo se paralizó por un momento. El miedo pasó por mis venas como si fuese sangre, sangre como la que estaba en aquella pantalla que mostraba una conversación, la misma conversación conmigo que tendría el móvil de mi amigo. Y en esos segundos que estuve quieto mirando aquel dispositivo noté algo en mi hombro, una mano fría, una mano de algo que no podía ser una criatura de este mundo. Fue justo ahí, cuando se me acabó la batería, cuando el instinto le ganó al pensamiento, fue ahí cuando le di un puñetazo a lo que estaba detrás de mí y salí corriendo como nunca en mi vida.

Hoy una semana después, no he encontrado noticias de mi amigo y cuando he ido a la carretera de aquel día no había ningún camino a aquel bosque, no había forma de volver al túnel.

 

Una tarde de pavos perversos

Por María Soler, 3º ESO A

Era una tarde de otoño. Sobre las cinco mis padres y yo decidimos ir a merendar a un restaurante; “El monasterio”, todo un clásico entre los restaurantes de la zona norte de Tenerife. Como su nombre indica, originariamente era el cobijo de un fraile dominico, que fue restaurado. Los alrededores de cada uno de los comedores son espectaculares, y

la trasera, está llena de aves (sobre todo patos y gallos) que corretean libremente por los jardines y fuentes.

Tras un viaje en coche de treinta minutos llegamos a “El Monasterio”. Al terminar de merendar, me di cuenta de que estaba oscureciendo, pero antes de irnos quería ir al estanque a ver a los patitos. La entrada a la alberca estaba muy lejos del comedor y en la puerta habitaban unas plantas gigantescas, cuyas sombras en las pequeñas farolas, me provocaron un sentimiento de inquietud. Entré al interior. Corría una ligera brisa y de repente comencé a escuchar gritos desgarradores. Intenté fijarme a ver si veía algo y, de entre las sombras, salió corriendo un pequeño pato. Me pregunté una y otra vez si debería irme de allí, y justo antes de girarme para abandonar ese lugar, un ave gigante engulló al pobre pato. Los gritos y aleteos eran cada vez más fuertes, los sentía más y más cerca de mi. Logré ver que aquel salvaje animal era un pavo real, y venía a atacarme. Intenté correr lo más rápido posible. Tenía mucho miedo. No podía creer lo que me estaba pasando. Estaba agotada de tanto correr y me paré a descansar tras un árbol. Mi corazón latía a mil por hora. Fijé la mirada y allí estaba, con un extraordinario

abanico policromado que constituía su cola y una mirada penetrante que me observaba fijamente. Me dispuse a correr y de pronto, sentí un intenso dolor en la cabeza y todo se volvió oscuro.

 

María Soler Lozano 3º ESO A