Especial «Apoyo a Gran Canaria»

Dos incendios mortales

Por Lucas Pardo Parra, Verónica Luis Borges, Paola Rivero Marrero y  Daniel Hernández Luis, alumnos de 4º ESO-C

Nunca se supo qué pasó. Los medios de comunicación distorsionaron las noticias hasta tal punto que era imposible saber quién decía la verdad y quién no. No es que los periódicos no quisieran que se supiera la verdad, sino que nadie la sabía a ciencia cierta. Solamente nosotros. Estuvimos allí, en el incendio que pudo haber acabado con la humanidad tal y como la conocemos.

Todo comenzó en la Isla de Gran Canaria, concretamente en Telde, el 12 de agosto de 2019. Era por la noche, la ocasión perfecta para casi provocar el desastre del siglo. Un señor estaba haciendo una barbacoa con sus amigos. Nada de lo que preocuparse. Eso fue lo que hicimos nosotros, no prestamos mucha atención y seguimos a lo nuestro. Estábamos acampando en el monte en el momento del desastre, por eso sabemos lo que pasó en realidad. Luego, los señores de la barbacoa, empezaron a mirar a su alrededor. Cuando creyeron que nadie los veía (aunque nosotros sí los estábamos viendo) tiraron al suelo la barbacoa, prendiendo fuego al suelo, y huyeron.

Rápidamente, cogí el móvil y marqué el 112 para informar de lo que sucedía. Desafortunadamente, los hombres nos vieron y corrieron hacia nosotros. Estábamos muy asustados porque pensábamos que nos iban a matar. Empezamos a huir, pero ellos eran más rápidos y nos alcanzaron. Yo seguía intentando contactar con la policía a escondidas, pero descubrieron el teléfono y lo rompieron. Entonces, el que parecía ser el jefe, se acercó a nosotros y dijo con acento extranjero:

-Fuera de aquí o los mataremos. No me importa mataros, pero yo no quiero problemas. No os atreváis a meteros en nuestros asuntos.

Entonces se fueron corriendo. Nosotros nos quedamos petrificados, no sabíamos qué hacer. Sin embargo, si no hacíamos nada, se quemaría la isla; pero si informábamos a la policía, nos matarían.

Decidimos velar por nuestras vidas y no decir nada.

Cuando llegamos a casa, el fuego ya se había extinguido por los bomberos. Nadie sabía quién lo había provocado, pero nosotros sí. Era cosa de una mafia llamada «смерть», que significa “muerte”.

La mafia no era muy conocida, ya que todo lo que hacían, lo hacían discretamente y sin que nadie se enterara de ello. El aspecto de sus componentes era un poco raro, puesto que, en la Isla de Gran Canaria, no era muy común llevar la cara tatuada.

Ellos eran altos y robustos, con una tez blanca como las nubes y tenían poco pelo en sus cabezas. No dominaban muy bien el español, pero se les entendía medianamente bien. Vivían en casas normales, no destacaban del resto de personas. Pero no todos vivían en la misma casa. Se reunían todos los días a las ocho de la mañana en una casa abandonada cerca de un parque al que ellos llamaban “La cueva” y quedaban allí para planear los ataques que iban a realizar. Pero desde el día del incendio no han vuelto a quedar allí, porque era muy sospechoso estar ahí mientras el incendio seguía activo.

Semanas después se reunieron en un bar, como si fueran personas normales. Yo no llegué a escuchar lo que decían, pero sí llegué a ver un mapa sobre la mesa con varias equis dibujadas.

Nosotros sabemos toda esta información, porque el día después del incendio decidimos seguirlos y averiguar más cosas de ellos, para finalmente contaros todo lo que sabemos. Haciendo esto, no se lo contábamos a nadie y parecía que los dejábamos en paz. Gracias a esta idea, ninguno de nosotros estaba muy expuesto al peligro.

Varios meses después se incendió El Amazonas y nos dimos cuenta de qué era ese mapa, el que había en el bar. El incendio comenzó en tres puntos concretos, exactamente la misma cantidad que de equis en el mapa. Rápidamente fuimos a la casa abandonada para ver si estaban allí, pero, curiosamente no había nadie. Entonces averiguamos que ellos habían causado el incendio del Amazonas también. Esto ya era grave, ya que estábamos siendo cómplices de un incendio provocado.

Al día siguiente de la producción del incendio, me llegó un mensaje al teléfono. Era una nota de voz de un número desconocido. Reproducimos la nota de voz y todos escuchamos una voz terriblemente familiar. Era el jefe de la mafia que nos amenazaba diciendo:

-Esto es lo que pasará, si os metéis en nuestros asuntos. Aunque creáis que somos tontos, os hemos visto espiándonos en el bar. Ahora, por vuestra culpa El Amazonas está en peligro de desaparecer para siempre. Si volvéis a aparecer en mi vida, volveremos al ataque.

Han pasado varias semanas, desde el día en que el incendio que puede destruir la vida en la tierra comenzó. El pulmón de la tierra está en peligro y todos tenemos miedo. La mafia sigue libre y nadie sabe cuál puede ser su siguiente fechoría. Tened cuidado por si veis algo raro. Nunca se sabe lo que puede pasar con esos pirómanos sueltos por el mundo.