Una selección de cuentos de 5º C de Primaria

Dos semana en Bali

Carla Mora Fernandez

En la ciudad de Madrid, vivía una pequeña y adorable niña, Érika. Le encantaba jugar, bailar, etc, pero lo que más le gustaba era poder jugar con sus amigos.

Un día después de comer, se puso a ver una serie llamada “Explorando Bali”, y al ver esa serie se enamoró de aquella preciosa isla, rodeada de animales preciosos, terrazas de arroz, palmerales y de sus habitantes felices. La niña muy contenta le dijo a sus padres: ¡Mama, Papa! ¿vamos de vacaciones a Bali?, que es una isla preciosa. Los padres tan tristes le dijeron: Cariño, me temo que no nos podemos ir, porque no tenemos suficiente dinero para poder viajar.

Érika se fue tristemente a su habitación a pensar qué podía hacer para poder viajar a aquella isla. Al día siguiente se le ocurrió trabajar limpiando coches, así que se puso manos a la obra. Cogió un limpia llantas, paños, esponja y jabón y se puso a ello. Se fue a Gran vía y un coche vino y le dijo: ¿Hola jovencita me puedes limpiar el coche?  Erika tan feliz le dijo: Claro que sí te lo limpio. Y así fue ahorrando muy poco a poco.

Al verano siguiente le dijo a los padres tan emocionada: ¡Papá, mamá, tengo cien euros! ¿ya nos podemos ir a Bali? Los padres se quedaron en shock y dijeron los dos a la vez emocionados: ¡Pues vámonos a Bali!

El padre fue a una agencia de viaje y les dijo que querían un vuelo a Bali. El señor le respondió que sí y que había disponibilidad para la próxima semana, a lo que el padre afirmó y compró los billetes.

¡Llego el día! Y todos se pusieron a preparar las maletas, fueron deprisa al aeropuerto porque si no perderían el avión. Ya era la hora de entrar al avión y todos estaban contentos. En el avión Érika cerró los ojos y se quedó dormida, cuando los abrió apareció en Bali y dijo: ¡esto es un sueño hecho realidad!

Se bajó del avión y vio los preciosos paisajes de la isla. Ella y sus padres alquilaron un coche y se fueron a una cabaña preciosa rodeada de animales y plantas. Disfrutaron de las maravillas de la isla durante dos semanas.

Uno de esos días, Érika se levantó y fue a dar una vuelta, al caminar se encontró con una niña llamada Umar y se hicieron mejores amigas, fueron inseparables. Para la niña Érika fueron pocos días, pero en realidad fueron muchos. Ya era hora de volver a casa y cuando volvieron la niña estaba feliz de haber ido a esa preciosa isla. Los padres invitaron a uno de sus amigos y Érika les contó todo lo que había pasado, dijo en su mente, todo lo que trabajé limpiando coches valió la pena, y con sacrificio y trabajo se puede conseguir todo en la vida.

 

Claudia y los monstruos T y V

Aura Marina Penagos Reverón

En un pueblo llamado Lego, vivía una niña llamada Claudia, a la que le gustaba mucho estar con su tablet. A Claudia, que antes era una niña divertida, le gustaba cantar, bailar y tenía muchos amigos, ahora cada vez estaba más sola. En su colegio, que estaba al lado de un hermoso lago en el que se reunían los alumnos, ya nadie le hablaba. Un día, al salir del colegio, la directora les dijo a los niños que podían ir a bañarse al lago y jugar entre ellos. Todos los niños fueron rápidamente al lago, pero Claudia se fue corriendo a su casa para estar con la tablet.

La madre de Claudia, al llegar de su trabajo, vio a los niños del colegio divirtiéndose en el lago, pero no encontró a Claudia. Cuando entró a casa, vio a su hija sentada en el sofá con la tablet. No levantó ni la mirada para saludar. Su madre se enfadó mucho, aunque sobre todo estaba triste, no sabía qué le pasaba a Claudia. Le quitó la tablet y la castigó una semana sin ella. Claudia se fue llorando a su habitación y cerró la puerta sin hablar con nadie.

Cuando la madre estaba despistada, Claudia salió de su cuarto y fue a coger rápidamente la tablet. Se ponía a jugar a escondidas, no hacía la tarea que le mandaban en el colegio y tampoco estudiaba. Su juego preferido era de atrapar dos monstruos. Una tarde, mientras estaba jugando, de repente se apagaron las luces de toda la casa. Claudia fue a buscar a su madre pero ella no estaba. Las calles estaban vacías y oscuras. Cuando Claudia volvió a su habitación, se encontró la tablet completamente iluminada. Sintió un poco de miedo pero respiró profundamente. De repente, uno de los terroríficos monstruos de su juego salió de la pantalla. Se llamaba T. Claudia se quedó paralizada. El monstruo le dijo que había venido para ser su amigo y que se quedaría siempre con ella. Le explicó que ya no podría ver a su madre ni a ningún amigo y que ya toda su vida estarían los dos solos jugando al juego.

Claudia solo lloraba desconsolada. Ella no quería eso. Entonces, otro monstruo salió de la tablet. Éste tenía una gran sonrisa y era como un osito. Se llamaba V. Le dijo a Claudia que se tranquilizara, que venía a ayudarla, pero Claudia no sabía si confiar. Este segundo monstruo le dijo que sólo tenía que tomar una decisión. Debía elegir entre quedarse con el monstruo terrorífico y jugar siempre a la tablet o solo utilizarla cuando hiciera todas sus tareas y solo unas pocas horas a la semana, recuperando a sus amigos. Claudia no lo dudó ni un solo instante. Quería volver a ver a su madre y disculparse, recuperar a sus amigos, ir al lago a jugar, hacer deporte, en definitiva, disfrutar de la vida. Cuando Claudia tomó la decisión, el monstruo T se enfadó e intentó llevarse a Claudia al interior de la tablet, pero el monstruo V lo impidió. Entonces estos desaparecieron y volvió la luz a la casa.

Las calles volvieron a llenarse de gente. La madre de Claudia estaba en el comedor trabajando con el ordenador. Claudia corrió a abrazar a su madre, se disculpó y le prometió que ya no iba a estar tanto tiempo con la tablet. Claudia llamó a sus amigos para ir a jugar al lago. A partir de ese momento, mejoraron sus notas y se convirtió en una niña mucho más feliz. Cuando le daban ganas de jugar más a la tablet se acordaba de los monstruos T y V. De esta manera se le quitaban las ganas de jugar y se ponía a hacer otras cosas más divertidas.

 

La historia de un joven músico

Gian Miguel La Rocca Da Silva

Hace no mucho tiempo, un chico quería estudiar música. No sabía nada, pero nada de nada, pero él quería estudiar timple y buscó en rondallas, en asociaciones e incluso en clases particulares. En el último encontró un profesor y él le daba clases durante mucho tiempo. Un día el profesor al ver su talento y dedicación le propuso ir al Conservatorio Profesional de Música de Tenerife. El empezó y al cabo del tiempo mejoró y mejoró hasta que hizo el gran sacrificio de ir en guagua/autobús desde el Aeropuerto del Sur (el Aeropuerto Reina Sofía) hasta Santa Cruz de Tenerife todas las mañanas del miércoles. Nunca ha faltado y sus profesores de diferentes materias lo apoyan y van ese día especialmente para dictar sus asignaturas para el en ese horario.

Su primera presentación fue un éxito con una de las canciones más difíciles, pero lo consiguió y lo logró sin ningún error. Y se encuentra en el nivel más alto de la especialidad de timple. Pasa horas estudiando, en sus ratos libres después del instituto y nada lo detiene siempre saca tiempo para estudiar y le gusta estudiar y aprender. Es un ejemplo de constancia y dedicación.

Él es una inspiración para mí y para mis compañeros del Conservatorio: querer es poder.  Este relato no es como mis anteriores, este relato está basado en hechos reales y ese chico está realmente en el Conservatorio.

 

Los hermanos golosos

Andrei Alexandru Ciurea

Había una vez dos hermanitos. Uno se llamaba Teddy, que tenía la edad de ocho años, y el otro Gunter, que era un poquito mayor, tenía diez años. A los dos hermanitos les encantaban los ositos de Gominola. Ellos soñaban que algún día comerían muchos ositos Gominola a la vez. Los dos se pusieron de acuerdo y empezaron a guardar dinero en una hucha. Tras varias semanas consiguieron bastante dinero, así que abrieron la hucha. Sin decir nada, con el dinero que sacaron de la hucha, se fueron a una tienda cercana a la casa y se compraron muchos ositos sin que sus padres se enterasen. Volvieron muy contentos a la casa y, sin que los viese nadie, se comieron todos los ositos Gominola que habían comprado. Tras un par de horas, empezaron los dolores de barriga y de muelas. Intentaron ocultar el motivo del dolor pero, con el tiempo, los dolores eran más fuertes y, cuando no pudieron aguantar más, decidieron que era el momento de contar toda la verdad a sus padres.

Rápidamente fueron al médico. Después de una consulta, el médico confirmó que el motivo del dolor eran los dulces en exceso. Tomaron unas pastillas y el dolor desapareció poco a poco. Ahora están bien. Volvieron a casa un poco avergonzados por comerse tantos dulces a escondidas y prometieron a sus padres que no volverían a comer nunca tanta cantidad de dulce a la vez. Al día siguiente, los hermanos golosos empezaron a cumplir su promesa y cuidarse más. Empezaron a guardar otra vez dinero en la hucha, con la promesa de que a la hora de comprar algo lo iban a consultar con sus padres. Sus padres, a través de esta promesa, se quedaron un poco más tranquilos, pero más pendientes de lo que hacen los dos hermanitos.

Todo aquello que les pasó les sirvió de lección, tanto a los niños como a los padres.

 

La casa “encantada”

Telma Batista Díaz

Hola, mi nombre es Naiara y, como suponéis, os voy a contar mi historia. Todo empezó un tranquilo día de verano, cuando el sol brillaba, básicamente un día genial. Todo estaba bien hasta que escuché una voz diciendo:

– ¡Naiara llegó el día!

– ¿Qué día? – respondí asustada.

Mi madre se acercó y me dijo – Naiara, ¿no te acuerdas? ¡Hoy nos mudamos!

Me quedé quieta pensando qué hacer porque yo no me quería mudar, pero era demasiado tarde, ya había preparado las maletas y recogido mis cosas, no me quedaba otra opción que ir. Subí al coche con esa sensación de mariposas en el estómago y me quedé durante todo el trayecto en blanco. Al llegar, lo único que podía ver era una valla negra, vieja y espeluznante, todo aquello me dio muy una mala impresión. Después de cruzar la valla me encontré con una casa gris, o más bien una mansión, porque era gigante. Cuando entré, le di la mano a mi madre, tenía mucho miedo. Dentro se encontraba un salón, con muchos cuadros llenos de polvo y decoraciones antiguas. A mi madre le encantó, pero a mi definitivamente no. Subimos al segundo piso y había cuatro habitaciones, eran un baño, dos dormitorios y una cocina. Abajo del todo había un sótano, pero no me atreví a entrar, era espeluznante. Después de escoger cuarto y acomodarnos, salí a jugar con los vecinos. Ellos tenían casas bonitas y monas… ¿por qué mi casa no era así? Me daba igual, pero no me gusta mi nueva casa. Un rato después me encontré con una niña, decidí hablarle. Ella me dijo:

– ¿Eres nueva por aquí, verdad?

Y yo le contesté – Sí, soy Naiara, ¿Y tú?

La chica me preguntó cuál era mi casa, por si acaso vivía en la casa “encantada”.

Yo le dije – ¿Una casa encantada? ¿Dónde está?

Ella señaló mi casa.

– ¡Pero si esa es mi casa! – dije yo – ¿Está encantada?

La chica salió corriendo y se lo contó a todos los niños, desde ese momento nadie ha querido jugar conmigo, por más que lo intente, huyen de mí.

Unas semanas más tarde estaba aburrida, así que me atreví a bajar al sótano de mi casa y encontré un montón de cosas. Había libros, disfraces, colores, muchas cosas divertidas. Me había fijado en un libro de hechizos y quise probarlo, había muchas recetas fáciles. Cuando comencé con los hechizos, me percaté de que me habían invitado a una fiesta, me pareció raro, porque, si tanto huyen de mí, ¿por qué me invitarían a una fiesta? Decidí acudir preparada, cogí el libro de hechizos y fui. Al llegar todos se reían de mí, no sabía por qué, pero les ignoré. Cuando ya me tenían harta, cogí mi libro y les hice a todos flotar. Me empezaron a llamar bruja, fea, etc. Yo les expliqué todo y me acabaron comprendiendo. Desde ese día jugamos a ser hechiceros y brujas, empecé a tener más amistades, aunque aún había gente que se reía de mí, pero tenía a mis amigos para apoyarme. Ya no me arrepentía de haberme mudado a una casa… “encantada”.

 

Unas vacaciones inolvidables

Sergio Alberto Mora

Hola me llamo Sergio y os voy a contar una historia.

El protagonista de esta historia es un niño llamado Mateo que era un gran aficionado a los videojuegos de la Nintendo Switch. Pero esta historia no va de la Nintendo, sino de la gran aventura que vivió.

Un caluroso día de verano, Mateo se fue de viaje con sus padres a Fuerteventura (Morro Jable). Por el camino en coche vio una feria con globos, tiovivos y muchas otras atracciones. Mateo convencido le dijo a sus padres:

– ¿Podemos ir a la feria, por favor?

– ¿Por qué no? – respondieron ellos – al fin y al cabo es el comienzo de nues2tras vacaciones de verano.

Entonces, cuando entraron a la feria, un hombre vestido de payaso les dijo, «pásenlo bien mientras puedan, sobre todo tú Mateo». ¡Mateo se quedó en shock!, entonces pensó… Me suena mucho esa cara y esa voz, pero no consiguió saber quién era. En cuanto se fue de vuelta al coche para continuar su viaje, no paraba de pensar ¿de qué me suena esa cara?,  ¿dónde he visto yo a esa persona antes? Cuando llegó al hotel estaba muy confuso, pero finalmente decidió no darle más vueltas a su cabeza, y dejó de pensar en eso.

Al día siguiente se fue a la playa con sus padres y lo pasaron pipa. Cuando volvían al hotel, Mateo vio al chico que hizo que se quedara en shock en la feria y al fin lo reconoció, ¡era el creador de la Nintendo!, ¡un ídolo para él!  Mateo fue corriendo al apartamento para coger su libreta de autógrafo de personas que admiraba, para que se la firmara y salió corriendo a buscarlo por todo el hotel. Cuando llegó al creador de la Nintendo, este le dijo:

– Hola, ¿sabrías decirme cuál es el restaurante que tiene la mejor comida de Fuerteventura?

– Sí claro, se llama Restaurante Avenida del Mar – respondió Mateo.

– Muchas gracias Mateo. ¿Te gustaría charlar un poco conmigo?

–  Sí, ¿pero usted cómo se llama?

– Me llamo Max José López Martín

Mientras iban de camino al restaurante en la playa, Mateo y Max vieron como un ladrón estaba robando un bolso y ellos lo persiguieron hasta una cueva, donde el ladrón dejó escondido lo que había robado.

Mateo y Max, escondidos detrás de unas rocas, esperaron a que saliera el ladrón de la cueva y entraron para recuperar el bolso robado. Pero, cuál fue su sorpresa, y es que además del bolso encontraron muchas más cosas como carteras, otros bolsos, móviles, relojes, bicicletas… y decidieron cogerlo todo para devolverle cada pertenencia a cada dueño.

Mientras tanto a Max se le iba ocurriendo una nueva idea para un nuevo videojuego. Más tarde ellos empezaron a charlar sobre esa gran idea de Max y de cómo podía ser su próximo videojuego que iba a crear, y poco a poco se fueron haciendo buenos amigos, y estuvieron mucho tiempo juntos en Fuerteventura.

Al final de la semana se acababan las vacaciones y se volvieron todos juntos a Tenerife. Nada más llegar Mateo les contó a sus amigos todo lo que le ocurrió en Fuerteventura, que había conocido al creador de la Nintendo y lo del videojuego nuevo que iba Max a crear. Los amigos no se lo podían creer y sorprendidos le preguntaron cómo se iba a llamar el videojuego nuevo que se iba a estrenar. También le preguntaron si era verdad que había conocido al creador de la Nintendo. Mateo les dijo que por supuesto lo había conocido y que el videojuego se iba a llamar “UNAS VACACIONES INOLVIDABLES”… y que Max le había prometido que él sería uno de los personajes del juego.

Desde entonces “Unas vacaciones inolvidables” es el juego más vendido y jugado del mundo.

 

La búsqueda de la verdad

Cora Gil del Rosario

Hace unos pocos meses, en un pueblo pequeño, dos niños de 12 años llamados Laura y Sergio, estaban viendo la televisión en el salón mientras se comían una manzana cada uno muy tranquilos. De pronto, se apagaron todas las luces de la casa. Los dos muy asustados, buscaron el interruptor de la luz y la encendieron. Al regresar al salón no encontraron ni rastro de las manzanas. Los dos fueron corriendo a la habitación donde duermen y no estaban sus camisetas a juego, tampoco había rastro de ellas. Fueron corriendo al despacho de su madre y se lo contaron todo. La verdad es que su reacción no fue la más agradable, ya que pensaba que le estaban tomando el pelo o que era para que ella lo buscase. Cuando se tranquilizó un poco, dijo que no la molestaran más y se fueron pitando.

Al día siguiente, no hablaron del tema, pero se quedaron esperando a la misma hora del día anterior para ver si volvía a pasar, y efectivamente, estaban en lo cierto, solamente que ahora Sergio fue a encender la luz y Laura se quedó vigilando. En ese momento Laura vio una mini sombra en la cocina. Tenía la estatura de una niña de 6 años.

Decidieron investigarlo, así que se pusieron manos a la obra. Se pasaron el día entero rebuscando en toda la casa, cuando Laura encontró una huella que parecía de una persona, así que la idea del alguien como Laura decía o un monstruo como decía Sergio, ya no era una posibilidad. Encontraron un camino de huellas hasta el bosque que estaba al lado de nuestra casa, aunque a Laura le daba muchísimo miedo, porque nuestra prima Lucia nos dijo que ahí todos los que entraban morían y le llego el momento de intervenir a Sergio, que aunque le costó convencerla, lo logró con helados gratis toda la semana y su paga semanal.

En el camino se encontraron a un hombre mayor en silla de ruedas, que les preguntó que por qué estaban en el bosque solos, a lo que los niños no respondieron nada. El señor les dijo que si querían que fueran con él y ellos aterrados salieron corriendo.

Siguieron el camino de huellas y sin darse cuenta, dieron una vuelta entera al bosque y finalmente ese camino dio al garaje de su casa. Antes de entrar en el garaje revisaron la casa para ver si habían desaparecido más cosas, y resultó ser verdad. A Sergio le habían robado su tablet y a Laura sus Barbies nuevas, y como las Barbies para Laura eran lo primero, armó un jaleo que mejor que no lo veáis.

Al final acabaron bajando al garaje, cuando se escuchó una voz como de una niña.

Bajaron las escaleras y vieron una caja moviéndose y, como de costumbre, Sergio fue el primero en mirar y levantar la caja, y encontraron a una niña jugando con las Barbies de Laura.

Ellos le hicieron veinte mil quinientas noventa y nueve preguntas por lo menos. Aunque no se lo crean, la niña estaba feliz de vernos y en vez de hablar, les dio un enorme abrazo. Sergio le hizo una última pregunta: ¿Que te ha pasado?

La niña empezó contando que se llamaba Nayeli, que se había escapado de casa y no la encontraba. Los dos chicos estaban alucinando, cómo una niña de seis o siete años había llegado a ser tan astuta y tan lista. Le preguntaron que cómo sabía cortar la luz o cómo se lo ocurrió lo de dar la vuelta al bosque para distraerles y ella les respondió estas sencillas palabras: “veo a mi padre hacerlo todos los días”. Se quedaron hablando con Nayeli hasta que se escuchó el timbre.

Laura fue la que esta vez miró a ver quién era y resultó ser una señora con un cartel de esos que ponen “se busca” y salía la cara de la niña. Ella preguntó que si se llamaba Nayeli a lo que respondió un triste sí. Laura bajó rápidamente hasta el sótano, en busca de su hermano y Nayeli.

Al subir le preguntó a la niña que si la conocía, a lo que ella saltó directamente a los brazos de su madre.

Al final las desapariciones llevaron a un hermoso reencuentro entre una madre e hija.