Especial César Manrique, 100 años

Convivencia entre turismo y naturaleza

César supo combinar la naturaleza con la belleza para el uso del hombre. Imagen de la Fundación César Manrique.

Por Ismael O. González Díaz y Andrea Navarro Marrero, alumnos de 1º de Bachillerato-Filosofía

El turismo es un conjunto de actividades con el que multitud de personas realizan distintos viajes y estancias a lugares con una enorme variedad de cultura y por un período de tiempo inferior a un año, con fines de ocio, negocios, etcétera.

Las consecuencias del turismo desmedido, sin control, causadas en el ámbito medio ambiental son varias. Por ejemplo si recogemos plantas, flores o setas, las especies pueden sufrir un cambio, o incluso pérdida en su calidad. También perjudica la tala de madera para construir establecimientos turísticos, y sobre todo la basura que tiran los turistas en montes, playas y calles. Otro de los problemas es el efecto dañino del tráfico, ya que o bien se destruyen zonas naturales para construir carreteras o los vehículos empleados desprenden gases contaminantes. Por causa del excesivo número de hoteles, se vierten altas cantidades de aguas residuales al mar, y a esto hemos de añadir los turistas que tiran basura al agua. Por todo ello. el mar se está viendo altamente afectado, hasta el punto de que mueren alrededor de 1,5 millones de animales marinos al año. Otra circunstancia que afecta al mar son los residuos que deja un crucero en los océanos. También se suelen destrozar espacios naturales para construir hoteles -la mayoría acaban vacíos-, y una consecuencia directa a la economía, es que la contaminación consiga, incluso, que los turistas no quieran venir. Anotemos una cosa, Canarias no queda libre de todo eso. Y César Manrique lo tenía muy claro. Nos lo ha dejado de forma patente, no solo en sus declaraciones y textos escritos, sino evidenciado en su obra.

La continuación ocasionada por este tipo de turismo es provocada por los negocios que se ejecutan con él, así como la rentabilidad y beneficios que sacan los empresarios y los propios ayuntamientos –César Manrique no dejaba de denunciar esta situación-. Estos modifican los espacios naturales, el medio ambiente, intentando hacer de ellos un negocio más y sin respetar la decisión de sus habitantes. Lo que da resultado a una ciudad, isla, península, destruida, que pasa a formar parte del monopolio, y por lo tanto pierde su belleza y se convierte en una similitud de los demás lugares del mundo, donde el turismo, es un turismo de bloques.

Mayoritariamente, los complejos hoteleros que se comienzan a construir, no se terminan y tampoco se derriban por los costos económicos que eso conlleva, ya que por diversas causas económicas o medioambientales se prefiere dejar esas estructuras abandonadas. Esto causa fealdad en el ambiente y que zonas con edificaciones de este tipo sean poco visitadas por turistas. Otro problema es que los sin techo se quedan a vivir ahí, lo que puede ocasionar baja calidad de vida y salud pésima. Se hace todo lo contrario a lo que Manrique proponía. Se ha convertido parte de la belleza de Canarias en un mundo de bosques de bloques y mareas de apartamentos.

El Gobierno de España debería retomar la política urbanística de las zonas turísticas, al igual que debería hacerlos el Gobierno de Canarias, para que el turismo canarios y español vuelva a ofrecer la naturaleza que siempre ha dado valor al inmenso territorio virgen que caracteriza a la geografía española. Igualmente, se ha de buscar una solución a los sin techo, que en no pocas situaciones buscan asilo hasta en residencias turísticas abandonadas, provocando una imagen deplorable, que se ha de evitar y hacerlo con dignidad humana, la que merecen esas personas. Así, aumentaría el turismo ya que se recibiría una buena imagen, ofrecida por os edificios o espacios turísticos, que se haya dejado de construir antes. Por otro lado, deberían invertir más en mejorar la imagen de las islas, con jardines, esculturas, y otras tantas construcciones que hagan convivir la naturaleza con el crecimiento turístico ordenado progresivamente, algo que era el gran deseo de César Manrique.